sábado, 15 de septiembre de 2018

Capítulo 366 "Enreveses"

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Cuando la cosa se terminó esperé pacientemente a que se despidiera de todo el mundo, convincente y enérgica Ella, embelesada y con bronca yo, ávida de hacerle el ninguneo, la escena de melodrama, una hora y media hasta que acabó de arreglar citas, eventos y estrategias de lucha con cada una de las personas de la reunión. Esperé, con la amargura implosionándome la garganta. Porque mi razón me decía que algo de razón tenía al enojarme, para mi enfrentarme a eso, a la vergüenza que me daba tratarla como a mi novia adelante de todo el mundo, era un acto de amor, un acto heroico, una muestra de lo que Ella significaba para mi. Carajo.

Salimos del centro cultural y nos largamos al camino, al fin, nos acompañó una señora durante algunas cuadras y luego nos quedamos solas. Se hizo el silencio. Ya era de noche. Hacía calor. Por suerte cuando nos vimos con Begoña en Madrid me cortó el pelo, me tijereteó lindo la muy demente, así que lo tengo corto, cortísimo. Lo que no recuerdo es si Begoña y la Gitana ya se conocieron, si algún lector se acuerda que me lo diga porque no pienso releerme semejante bodrio de blog. Sacó un cigarrillo y lo encendió, miró la hora en su relojito pulsera, Bello Niño había quedado solito en casa, con sus once recién cumplidos estaba haciendo las primeras experiencias de un rato sin mamá. Se escuchaba solamente el sonido de nuestros pasos, nada que ver con el barullo de Sevilla. Dio una larga pitada, con sus ojos cavilantes, forjando futuros cercanos. Súbitamente se acordó de mi, me ofreció cigarrillo y yo le devolví de lo mismo, de lo que me había hecho Ella hacía un rato, hice como que no la veía, no respondí, sentía dolor, que lo supiera, porque no se la jugaba, porque le importaba más lo que pudieran decir los demás que el amor que nos teníamos. Una novelera, ya sé, desde que empecé con esto del blog reality me puse cursi, reiterativa y novelera, ya casi que puedo escribir para Alfaguara, ¿no?

Registró. Insistió. Me preguntó si había podido terminar lo de la revista, que lo quería leer. No mentía. Ella lee lo que escribo, la mayoría de las veces no acuerda con mis posturas, si se pueden llamar así mis enreveses patriarcales, me discute a muerte esto y aquello, y a mi me encanta, no que me discuta, me encanta la pasión que le pone, una pasión que yo no tengo, porque no entiendo que sea importante que lo que creo sea como yo creo, no me importa si estoy o no en lo cierto, si es así bien, y si no también. Por eso termino dudando de lo que escribí, siempre me parece que podría ser de otra manera, no sé si es porque soy insegura y descomprometida pero las causas tomadas en serio me parecen una imbecilidad. Volví a responder con silencio y ahí me agarró de la mano. (Sigue)

Continuará...


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