martes, 18 de septiembre de 2018

Capítulo 368 "Lo peor de todo"

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Y yo no doy más. Porque estábamos lo más bien, pasando unos días tranquilos, hermosos, no escribía todo lo que quería pero estaba bien igual, disfrutaba del momento sin sobresaltos, le demostraba a la escritora demente que llevo adentro que no es imprescindible el conflicto para seguir con esto, con la mierda blog. ¡Hay vida más allá del blog, loca, psicótica! Me dejé llevar y empezaron a revelarse otras cosas, y a rebelarse también, nos aprendíamos con la Gitana en la cotidianidad, la cotidianidad tiene lo suyo, se me había olvidado, aunque las cotidianidades que hube de compartir fueron de corto plazo, tres meses como mucho. Algunos me dijeron, con ánimos de consolarme, que no eran las personas para mi, que por eso no había funcionado, pero yo creo que era yo la que no era para ellos. Hablar a boca de jarro es nuestro deporte preferido, mis conocidos nunca intentaron convivir conmigo, por eso opinaban tan sueltos de cuerpo a mi favor. Así que mis cotidianidades compartidas fueron de corto plazo pero algo pude degustar, el placer de ceder con gusto algo que nos cuesta mucho, por ejemplo, algo que pensábamos no podríamos modificar jamás, y con Ella, de pronto, que hubiera migas de pan en el piso dejó de ser EL HORROR, pude caminar pisando migas sin desmayarme, pude dormirme con su brazo sobre mi cintura, pude lavarme los dientes viendo pelos rubios en el lavatorio, vivir con las ventanas abiertas, los mosquitos entrando como panchos por su casa y yo sin sulfurarme. Sin sulfurarme tanto.

La falaz sensación de no estar sola en este mundo, el apuntale afectivo de la cotidianidad. Porque me despertaba en la cama y Ella estaba ahí, siempre. Hermosa, fuerte y afectiva. El  sobrevaluado misterio daba lugar a otros mucho más exquisitos, el mundo de la intimidad. Fueran las tres de la mañana o las doce del mediodía, estaba ahí. Y yo estiraba mi mano y la tocaba y Ella se removía, a veces me daba un beso sonámbulo y seguía durmiendo, otras espabilaba de un salto porque había olvidado que tenía que hacer esto u aquello y mira tú la hora que é, etc, y yo la veía vestirse a las apuradas, recogerse el pelo en una colita, mirar los mensajes de su móvil, abrir las ventanas de la pieza y hojear la agenda, todo al mismo tiempo.

Y nos venía yendo bárbaro hasta que el ROMPEPELOTAS reapareció con la pelotudez de que se jubilaba y donaba el archivo y la mierda en coche. Pero, ¿mentendés? No es de idiota emocional que no quiero querer mucho a la gente, es porque cuando se aleja pasa esto, es todo una porquería, un agujero negro, ni lo del enojo me funciona ya, aunque consiga tenerle bronca sigo teniendo ganas de llorar, de llorarla, de que esté ahí. Y escribo sabiendo que Ella ya no me va a pedir que se lo lea, no me va a discutir, no voy a poder mirarle los ojos mientras escucha, eso es lo peor de todo. (Sigue)

Continuará...



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