domingo, 21 de octubre de 2018

Capítulo 384 "Esa fortuna"

CAPITULO ANTERIOR

La que no puede amar
Me dijo, no sin cierta indignación, que yo tenía que estar contenta porque amaba, que hay muchísima gente que no ama, que no encuentra su oscuro objeto del deseo, que no tiene esa suerte, esa tenacidad, esa fortuna, y no sólo amaba yo, tan agraciada que era, también había tenido el coraje de ir por Ella, por mi Gitana, aunque era mujer y yo nunca había estado con una. Que un tropezón lo tiene cualquiera y una equivocación también, se refería al episodio de la Gitana y su ex, ese que descubrí cuando fui a confesarle mi amor, a pedir perdón por mi fallido mensaje... Que no podía renunciar así a mi felicidad, que estaba a un paso, por esa pavada, porque Ella todavía estaba en Sevilla, coño, y yo en Madrid, a pocos kilómetros de dónde se encontraba Ella, a tan sólo dos horas de Renfe del amor de mi vida, ¿cómo iba a dejar pasar de esta manera el tren por todos esperado? ¿Acaso tú ere perfeta? ¡No puede hacerlo, tía!, recuerdo que me dijo, sulfurada, con la ropa interior en la mano, al parecer le había agarrado el impulso de decirme todo de pronto, camino al vestidor, sus ojos echaban fuego, fuego y tristeza, le costaba sostenerme la mirada cuando el enojo bajaba, cuando de su boca salía la palabra amor.

Era mediados de junio, afuera un calor de perros, adentro todo refrigerado, salvo yo. La miraba decirme todo lo que me estaba diciendo de esa manera impulsiva, emocionada, furiosa, ella ignoraba que le había hecho el amor toda la noche, otra vez, sola en mi cama, la había pensado manejándose los novecientos kilómetros hasta Álava para verme, la ternura que me invadía al pensar en eso me erotizaba toda, recordé sus ojos ansiosos aquella noche de fin de año en la colina de El Portil, la decisión con la que me llevó de la mano hasta la silla de la lujuria, el placer que la invadió cuando al fin me animé a hacerla gozar, a cruzar la frontera, por qué te ha tardao tanto, huapa, había dicho, loca de satisfacción, ya casi yéndose, cuando me decidí a bajar con mi mano por su espalda hasta allá abajo. Me di placer toda la noche pensando en la indiferencia con la que me había llevado hasta Barajas a cambiar mi pasaje de vuelta, mientras no paraba de hablarle de la Gitana, esa indiferencia que, ahora entendía, era para poder soportar el dolor de no poder amar a quien amaba, porque yo estaba bien de culo con la Gitana. (Sigue)

Continuará...



No hay comentarios.:

Publicar un comentario