jueves, 25 de octubre de 2018

Capítulo 386 "Aquella tarde loca"

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Tren al amor
Me quedé helada cuando explotó con todo eso, porque explotó, literalmente, al parecer se había aguantado aguantado aguantado en el auto, sin comas mediantes, hasta que no pudo más. En el auto, en la repsol, en Barajas, hasta llegar a su piso, todo eso se aguantó y yo taladrándola con la Gitana. Que no me resignara, que no renunciara a Ella, que no dejara pasar así el tren del amor por todos esperado, me estaba suplicando la Morocha, que al parecer sí me quería, y por eso estaba renunciando al suyo, a su tren del amor, que vendría a ser yo, pero no la reciproqueaba, no la reciproqueaba hasta aquél día de los tres goles de Croacia, ese beso de festejo equivocado cuando Argentina casi hace gol… La cagada más grandilocuente que me mandé en este relato; de no ser por eso ahora mismo estaría en Buenos Aires, frustrada pero intranquila.

Así que aunque mi padre haya vivido repitiéndome repitiéndome repitiéndome que todo lo que hace uno es por uno, que aunque parezca que no, es así, eso me dice siempre, yo le diría a él ahora mismo que hay al menos alguien en este planeta que es la excepción a la regla. Rocío. ¡Anímate, Guapa!, insistió una vez más, ahí adelante mío, con la ropa interior todavía en la mano, con la tristeza en sus ojos negros, tan lindos que estaban para una foto. Y yo la miraba sin saber qué responder, desde la cama, iluminada por el sol del mediodía, tenía puesta una musculosa naranja y mi bombacha beige, creo que pude incorporarme y me quedé sentada en el borde, cada tanto hacía como que buscaba mis ojotas, pero no buscaba nada, o sí, buscaba algo que responderle, algo que la callara, algo para refutarla, porque estaba haciendo mierda otra vez mi organigrama; el final del relato; mi destino, tan prolijito que lo tenía yo ya resuelto in mente. Ir a cambiar el pasaje. Irme. Cuidar a mi mare. FIn,


En medio de la explosión se le cayó el habano sobre la alfombra, se agachó a recogerlo, tenía puesto un jean negro y ajustado, botas con taco finito y largo, blusa blanca y delicada, con su mano trató de limpiar la ceniza pero quedó igual por eso que tienen los buenos habanos, la ceniza se acumula sin caer durante un largo rato, es justamente la marca de un buen puro, me había explicado en Álava, en el balcón de Begoña, aquella tarde mientras fumaba y la garúa le humedecía la cara. (Sigue)

Continuará...



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