Tren al amor |
Así que aunque mi padre haya vivido repitiéndome repitiéndome repitiéndome que todo lo que hace uno es por uno, que aunque parezca que no, es así, eso me dice siempre, yo le diría a él ahora mismo que hay al menos alguien en este planeta que es la excepción a la regla. Rocío. ¡Anímate, Guapa!, insistió una vez más, ahí adelante mío, con la ropa interior todavía en la mano, con la tristeza en sus ojos negros, tan lindos que estaban para una foto. Y yo la miraba sin saber qué responder, desde la cama, iluminada por el sol del mediodía, tenía puesta una musculosa naranja y mi bombacha beige, creo que pude incorporarme y me quedé sentada en el borde, cada tanto hacía como que buscaba mis ojotas, pero no buscaba nada, o sí, buscaba algo que responderle, algo que la callara, algo para refutarla, porque estaba haciendo mierda otra vez mi organigrama; el final del relato; mi destino, tan prolijito que lo tenía yo ya resuelto in mente. Ir a cambiar el pasaje. Irme. Cuidar a mi mare. FIn,
En medio de la explosión se le cayó el habano sobre la alfombra, se agachó a recogerlo, tenía puesto un jean negro y ajustado, botas con taco finito y largo, blusa blanca y delicada, con su mano trató de limpiar la ceniza pero quedó igual por eso que tienen los buenos habanos, la ceniza se acumula sin caer durante un largo rato, es justamente la marca de un buen puro, me había explicado en Álava, en el balcón de Begoña, aquella tarde mientras fumaba y la garúa le humedecía la cara. (Sigue)
Continuará...
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