sábado, 27 de octubre de 2018

Capítulo 387 "Como si hubiera sido"

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Ella y su amigo Iphone
Así que las percepciones nos engañan, tal cual lo decía Descartes, porque por la mañana había estado segura de que me amaba, Rocío, me había puesto fóbica y todo, cuando se apareció en la casa de Begoña después de manejar toda la noche bajo la lluvia como si hubiera sido invitada; creí que me amaba y no me la iba a poder sacar de encima porque me ofreció todo para que no me volviera a Buenos Aires, para que me quedara con ella. Y al rato sentí que era una reverenda hija de puta, una insensible, una niña bien que no entendía nada de la vida, que lo único que buscaba era un poco de acción. En el Volvo. Cuando le hablé diez horas de la Otra y nada, no se despechó ni un poquito, me ignoró y me llevó directamente a Barajas. ¡Y luego también en su casa! La indiferencia con la que me trató cuando llegamos. Me abrió la puerta y desapareció, con su amigo Iphone, son inseparables.


Se había venido hasta Álava porque estaba aburrida, pensé entonces, volviendo al auto desde el puesto de Iberia, con el recién descubierto despelote del pasaporte dando vueltas en mi cabeza. Cuasi panicosa porque no tenía más lugar para sellos y si no hay más lugar para sellos te tenés que hacer uno nuevo, me dijo la tipa de Iberia. Yo pasmada. ¿QUé? ¿Y ahora qué hago?

La catatonia desapareció súbitamente. Di media vuelta y enfilé para el auto. Se vino hasta Álava porque no tenía algo mejor que hacer. Porque se sentía sola y le sobraba la nafta o estaba probando el Volvo recién salido de la concesionaria. ¿Y ahora qué hago con lo del pasaporte? Dios mío. Llegué a preguntarme si eso sería posible, que alguien se manejara mil kilómetros para ver a alguien más que ni le fu ni le fa. ¿Quizá, cuando uno tiene tanto de todo, dar da más o menos lo mismo? ¿Qué diferencia me hace dar una casa si tengo mil? ¿Ofrecer trabajo si puedo hacerlo y me sirve? Voy a tener que ir al consulado a averiguar. Pero no, ahí adelante la Morocha me estaba demostrando que sí le importaba Marina, que una vez más yo la había errado imaginando idioteces. Me pedía que fuera por la Otra con la voz temblequeante. Y ahora estaba segura de que no sólo estaba enamorada de mi, esta chica nunca se había enamorado. Terminó de decirme que no fuera una cobarde, que fuera por Ella, en cuclillas me lo dijo, pasando y pasando su mano llena de anillos por la mancha de ceniza de la alfombra, para que yo no le viera la carita dolida. Joder, exclamó, porque la mancha no se movía de ahí, acto seguido le entró un whatsapp y escapó de la pieza, ya respondiendo un mensaje de voz. Como si nada. La estaba empezando a conocer. (Sigue)

Continuará...


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