domingo, 28 de octubre de 2018

Capítulo 388 "Una larga calada"

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Ruedas made in Argentina
Me quedé mirando la mancha de ceniza de la alfombra, sin poder reaccionar. O sin querer. No tenía idea de la hora que era. En eso tocaron el timbre y al minuto se escucharon voces masculinas entrando al piso, gallegas e inglesas. Caía gente al baile y yo ahora sí que no me podía ir, estaba presa en España hasta arreglar el despelote en el consulado al que recién el lunes iba a poder llamar para que me revelaran cuán jodido era lo del pasaporte. Salvo en mis exilios despechados, en los que me encerraba en los hostales cual ostra en maremoto, creo que no tuve paz, esta gente no para de hacer sociales, el Loco, la Gitana, Rocío, Begoña... Y como todo lo que redunda llega un momento que agobia. NEcesitaba horrores mi propio lugar, mi sucucho, un espacio a donde refugiarme pero no podía gastar en hostal, el horno en Argentina estaba más que rebalsado; me habían puesto límites, se me había informado que, de no volver a hacerme cargo de lo que debía YA, iban a subalquilar mi casa en breve por airbnb. ¡Extraños en mi casa!

Las voces se instalaron en el comedor y no se iban, la de los forasteros, me di cuenta de que mi valija todavía estaba ahí. Me enervé. Necesitaba mi ropa, mi cepillo de dientes, mi ipad, encontrarme a mi misma, saber qué carajo era lo que quería de la vida, en ese orden. Lo de Rocío acababa de complicarme de nuevo la existencia. No tanto como lo del pasaporte.


Tú sabes lo que quieres, me dijo Escohotado el día que lo fui a ver a la charla de Málaga. ¿Yo? ¿Yo sé? ¡YO? La plebe es la parte del pueblo que no sabe lo que quiere, continuó. ¿La plebe? ¿Y la otra, la que sí sabe lo que quiere, existe?, le pregunté, redundante, absorta de verlo ahí, adelante mío fumándose uno, sintiéndome no merecedora de que este señor me estuviera prestando atención a mi, que soy doña nadie al cuadrado. Simpático y sabio. Irónico y desfachatado. Con esa cabeza que rebalsa de conocimiento y de humildad. Mientras compartíamos el cigarrillo non santo en la habitación de su hotel escuchó mi pregunta, mirando el piso, poniendo atención a cada palabra.

Cuando terminé sentí que era una tremenda imbecilidad, mi pregunta, que seguramente con todo lo que él había explicado durante la conferencia, en sus libros, debería haberme quedado claro y por eso no me iba a responder, porque estab-- Tú misma, sentenció, con sus ojos lúcidos. Tú sabes lo que quieres. ¿Tú eres Marina? ¿Marina eres tú? (Dudé) ¿Me estaba cargando? Sí, respondí, titubeante. Pues ponte trece horas por día a informarte de cosas que no tengan que ver contigo, deja de ser yo yo yo, quítate de tu ombligo, cosas que no tengan que ver ni con tu prima, ni con tu madre, ni con tu vecino... entonces terminarás de saber quien eres. Me pasó el cigarrito recién armado y le di una larga calada. Caray... (Sigue)

Continuará...



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