miércoles, 12 de diciembre de 2018

Capítulo 405 "Yo fui testigo"

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Que nos fuéramos de viaje a Granada. Eso me escribió la Tipa. Respondí al segundo, que cómo estaba, que como no, que cuando quisiera iba. Así irrumpió de nuevo en mi vida lánguida la Rubia, la Gitana de mi cuore, la que me podrá siempre y mucho peor también, la que cada vez que aparece me derrite la resistencia al espiedo, la que me encanta porque preciosa y dislocada, y por eso mismo me asusta, me intriga, me enrarece, me socorre, me destroza y me rearma como a un mecano. Bah, en realidad preguntó si había finalmente conocido la Alhambra, que estaban hablando con Jesús y no podían recordarlo. Me quedé tiesa con el teléfono en la mano. Hablaban de mi… ellos dos, en la colina, después de todo lo que había pasado, posiblemente bebiendo algo en la mesita ratona del comedor, en donde compartimos aquella pizza de rúcula; posiblemente en la cama de tres plazas, con la tele encendida de fondo, en donde compartimos etc con Ella, y más también; posiblemente en la enorme cocina, Él leyendo el diario y Ella haciendo sus asuntos de secretaria impoluta, con el jugo de naranja a medio tomar, los lentes de leer puestos, esos que le quedan tan pero tan guapos. O tal vez estaban en Cádiz, o en Marbella, o en El Portil... Al parecer no me habían olvidado.

Yo estaba sentada frente a la notebook, todavía en Alhaurin, en mi apartamento Sardina, por suerte no me habían echado después del despelote marihuanil, nunca conté como siguió la cosa, tuve que interrumpir la historieta esa por la aparición, justamente, de la Gitana, y por mi propio bien. La Escohotadiana está completamente loca y es mala. Sentada frente a la notebook escribía el kamikaze capítulo 401 sobre ella, justamente, ya con la noticia en la espalda de que la chica que cuidaba a mi mare había aparecido de nuevo, ahora demanda con todas las letras, con juicio iniciado en tribunales. Me acusa de haber sido la empleadora porque a mi mare, que era quien la empleaba en realidad, quien le pagaba, quien le decía qué hacer y qué no hacer, no le puede tocar la jubilación, la maléfica abogada bien lo sabe, como sabe bien que la chica es una ignorante que no conoce de leyes y menos conoce sobre lo que puede pasarle si la denunciamos por presentar testigos falsos, que no lo vamos a hacer, porque a diferencia de la muchacha evangelista yo sí sé lo que puede pasarle.


Si la denuncio por mentirosa y maltratadora puede cagar fuego, los abogados no, nada puede pararle a ellos, son como dioses intocables, monos con navaja, hijos de puta desopilantes, muy atractivos porque inescrupulosos sin límites, bien teatrales son, estoy aprendiendo y es apasionante, la enorme farsa del sistema judicial, ¡muero de gozo! Si la denunciamos a la abogada por presentar testigos falsos, que dirán que me conocen cuando no me han visto en la puta vida, la astuta bicho de tribunales alegará que quien presentó esos falsos testigos fue la chica, la demandante, la que ignora en manos de quien se ha puesto, dirá la espantosa doctorada en leyes que ella solamente la escuchó y le creyó, ingenuamente, a la desacatada muchacha. ¿Y quién se imagina usted que va a pagar el pato? (Sigue)

Cotninuará...



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