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La cosa es bancarseló cuando aparece... |
Pero me desvío, como siempre, de lo que he venido a hacer, por eso nunca voy a llegar a Roma y quizá mejor, sabemos por Schopenhauer que lograr la meta es depresión, también lo decía Castellá, y pudimos confirmarlo en el capítulo 30, y en algún otro del que no recuerdo el número. La Gitana reapareció con su brazo roto, como si la llamara con la mente vuelve en el momento justo y me arranca de lo otro, del instinto suicida que me habita, de las fauces fatuas de la Escohotadiana. Me pide que vuelva a Sevilla, que sienten muchos deseos de verme, dijo sienteN, Ella y Él… ¿O serán Ella, Sonia y Él? ¿O Ella, el Toni, Sonia y Él? No lo sé. Corrí nuevamente a su encuentro, porque el tiempo con Ella cobra otra dimensión, y sin Ella también. Tres meses de no verla parecen décadas infames y dos días con Ella se sienten como un Siglo de Oro. Suspiro. No sé si es menos peor seguir con los capítulos marihuaniles, meterse con la ley y la justicia, que no existen, con los abogados sin escrúpulos y la mar en coche, incluso a riesgo de comerme una denuncia en delitos informáticos y terminar escribiendo sin interrupción alguna en el talego, o volver a la colina, antro de la perdición, volver a Ella, a sus abrazos, a sus bipolaridades, que dependen de los estados de ánimo del Otro, del Colifa Esquizoide, Muso Demente, Muso Preciado.
Y lo malo de pensar en estas cosas ya estando parada frente a la puerta de la colina, una vez más, es que no recuerdo las causas del dolor, no recuerdo cuánto me temblaba la voz mientras le contaba a Antonio en La Baltasara sobre las idas y vueltas, sobre las tantas veces que se chifló por Él y se fue sin decir mucho; sobre las que dejó de hablarme nunca supimos porqué; o cuando por atender a Dios me dejó con el orgasmo en la punta del espíritu. ¿Y lo del Toni? ¿Cuánto había dolido? ¿No había dolido mucho más eso que su ausencia? Pero no. Cuando me falta me acuerdo de su sonrisa, de cómo me fue llevando hacia mí con su paciencia, su acompañamiento, su voz comprensiva... Se me estruja el pecho; los buenos momentos, su escucha pasiva y maternal… ¿POR QUÉ?, ¿POR QUÉ ME ACUERDO DE TODO LO BUENO Y NADA DE NADA DE LO QUE ME TORTURA SOBREMANERA?, me pregunté, segundos antes de tocar el timbre de arriba, eufórica de volver a ver sus ojos bailaores y gitanos.
(Sigue)
Continuará...
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