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amos por la ruta, la A-357 camino a Málaga, estaba oscuro y fresco, ella había abierto la ventanilla de par en par, el viento entraba que daba calambre, por suerte Begonia me había cortado el pelo así que no se me metía en los ojos, una menos, por suerte. Cuanto necesitaba a Bego en ese momento desconcertante, su firmeza, su valentía... La chica seguía chateando con no sé quien, la Escohotadiana, se mandaba corazones, le daba al telefonito con los dedos tiqui tiqui tiqui… parecía don Ángel Cappa. Tecleaba y me decía en voz más bien alta que no tenía yo que ser así, seguía con eso, como disco rayado, que no tenía que ser tan jodida, tan fóbica, tan incoherente, tan tan, que cómo podía hacerle eso a ella que era buena persona, haber llamado al vecino y hacerla quedar tan mal, como si fuera una ladrona o una loca demente, e insistía con que la tenía que llevar hasta donde ella necesitaba.
En un momento mandó mensaje de voz, mintió, dijo que estábamos fumando marihuana las dos, y yo casi que no había probado bocado, si no me sale, había intentado y fracasado a más no poder. Sin embargo ella le decía a alguien que estábamos pasándola bárbaro y que yo fumaba con ella. ¡La estábamos pasando como el culo! ¿Estaba haciendo una puesta en escena? ¿Estaba plantando evidencia para hacerme una falsa denuncia? No sé de qué pero falsa denuncia al fin. Mi amiga Murillo trabajó en la fiscalía de violencia de género, son más las falsas que las verdaderas las denuncias, y suelen ganar los mentirosos. Ella tenía mi nombre completo, mi dirección, se la había dado para que pidiera el Uber, sabía un montón de cosas sobre mi vida y conocía mi apartamento. Ahora tenía mensajes de audio en los que dejaba constancia de que yo estaba drogada. ¿Y si se daba unos golpes y luego me denunciaba por maltratos o algo? Mucha televisión, intentó decirme con la voz temblorosa mi sentido común pero en el estado en el que estaba no pude prestarle atención. Sentí que el cerebro se me descerebraba, por la tensión. La paranoia volvió a adueñarse de mi y ahí nomás recordé lo de su amiga abogada, tenía una amiga abogada que se mandaba trastadas, bien vivaracha era la boga, me había contado divertida alguna irregularidad que había cometido, mientras caminábamos ida y vuelta por la avenida, varias veces, buscando un lugar a dónde parar a comer, íbamos y veníamos, ni nos dábamos cuenta, por lo tanto que habíamos conectado. En un momento creo que empezamos a hacerlo adrede, lo de no encontrarnos a gusto en ningún restaurante, para seguir andando, la noche estaba hermosa, la charla igual, fluimos como no se fluye nunca, o casi nunca… Por eso a tanto de que haya pasado todo, ya desde mi Buenos Aires psicótico, la sigo pensando a la Mala y así es la vida, un capítulo estás en España con la Gitana y al siguiente... (Sigue)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
viernes, 21 de diciembre de 2018
Capítulo 412 "Home bitter home"
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