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Tribunales empleados domésticos, Buenos Putos Aires. |
A lo lejos pude ver las luces de la bendita ciudad, Málaga a la vista, casi lo grito, casi lo festejo junto a la Mala pero no, ella y yo ocupábamos diferentes roles, protagonista y conflicto, ella era el conflicto, no podíamos festejar juntas por eso de las vicisitudes de la vida, y de la vívida dramaturgia. Las luces se iban acercando poco a poco, me di cuenta de que tenía el pie más que tenso, la velocidad no bajaba de 140, aflojé un cachito, tampoco quería morir en tan confusas circunstancias. En alguna curva las luces desaparecían, entonces se me cortaba el aire, y volvían a aparecer, ahí sentía alivio en el cuerpo todo, faltaba ver cómo la convencía de que se bajara del auto y listo, todo iba a ser en unos días una anécdota amarga, que con algunos días más iba a convertirse en agridulce y, tras semanas largas, en algo digno de risas, lo dice Woody Allen, tragedia más tiempo es comedia.
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La de rosa se esmera y su abogada escrupulosa recógese el pelo. |
A menos que ella quisiera o quisiese volverme a ver, era factible, que se saliera con algún martes catorce, claro, carta documento, demanda o la mar en coche, ahora con esto de la empleada de mi mare, la traición de una tipa a la que super tener tanta confianza, veo cartas documento hasta en la sopa. Pero era factible que me jodiera esta también porque estaba demente, en el auto no paraba de decirme que se había encariñado, que si la iba a bloquear, me preguntaba, que no podía ser que yo hiciera eso, que era inhumana si lo hacía, porque cae de maduro, si alguien se encariña con alguien más se gana el derecho a ser correspondido, y si esto no ocurre, que me correspondas, haréte la vida lo más imposible que se pueda, lo mismo pasa si sos más brillante, más ducho, más rimbombante y yo no te llego a los meniscos por incapacidad o inesmero propios, haréte la vida lo más jorobadita que pueda, en lugar de imitarte, de aprenderte, de alcanzarte, joderéte, robaréte las ideas (no el talento, eso no se puede) porque lo merecés, como regalo navideño.
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Boga inescrupulosa y cómplice de la Farsa Justa. |
Giré los ojos sin mover un ápice la cabeza, para que no se diera por aludida, le observé el gesto mientras chateaba entusiasmada, imaginaba yo que con su novia, escribía en el teléfono semisonriente, con sus ojos boleados, el pelo lacio en perfectas condiciones, a pesar de los brincos que había pegado ni se inmutaba el nuevo corte que le había hecho la prima, la miré de reojete. ¿Y si me quería volver a ver? Iba a ser un calvario, más que seguro, porque yo me engancho con los jorobaditos, con los histéricos malignos, así que la iba a atender si me llamaba porque me daría pena, hablaríamos del asunto endrogado, al final reiríamos y todo daría cuenta de que volvíamos a entendernos, pero no, la cotidianidad con ella no era moco de pavo, eso estaba cantado. Su boca de labios finitos se movían casi imperceptiblemente cuando me hablaba, la luz que entraba por el parabrisas le daba un aspecto fantasmagórico. Y en eso puso la mano sobre la manija de la puerta de auto, ZAC, de pronto, como para abrirla. ¿Quieres no verme nunca más?, me preguntó, con cara de loca, miré su mano firme agarrando la manija negra, y yo sabía que el auto tenía cierre automático pero ni puta idea de cómo activarlo, me lo habían explicado en el lugar de alquiler pero, como debe ser, no les había puesto ni pedo de atención, ergo...
(Sigue)
Continuará...
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