La oscuridad de la noche nos arropaba, el cielo lleno de estrellas, testigas impasibles de la escena impoluta. La traba de la puerta había hecho un sonido, como de que había aflojado, ella me seguía mirando con esa semisonrisa de labios finitos, desafiantes, el iphone que sonaba y sonaba. Un tipo en la radio nos daba las diez de la noche en España. Las luces volvieron a aparecer tras una nueva curva. Y yo ya estaba más nerviosa que no sé qué, no sabía qué hacer para que la cosa se terminara, quería poner la situación en mute e ir a bañarme, rebobinar la cinta y en lugar de a mi apartamento haberla llevado a la vera del río... ¡cualquier cosa con tal de que aquello dejara de pasar! Por momentos siento la necesidad imperiosa de desaparecer, sobre todo en situaciones como estas, en las que no sé qué carajo es lo que debo hacer o decir. Si me quedaba callada se alborotaba pero si le contestaba se ponía igual o peor, no encontraba la manera de apaciguarla, de apaciguarme. Ella jaló la manija hasta el fondo, la puerta se entreabrió, el vació de la cabina del auto se llenó de viento arremolinado, me quedé de culo, estaba fumada hasta el coño y claramente no le había pegado nada bien. Se me subió la furia a la cabeza, el brote de ira, me salía bronca hasta por las orejas, por una mujer que no sabía fumar marihuana con responsabilidad mi vida se iba a convertir en una locura, en una mierda.
¿Por qué? ¿Por qué? Si yo me manejo responsablemente, salvo por esto de meter en casa a alguien que recién conozco y permitirle que fume como chimenea de regimiento, eso sí había sido mi asunto, podría haberle dicho que no, que no sabía quien era ella todavía y que mejor lo dejara para más adelante, pero temí quedar como una mala onda, una retrógrada, una antipática. Me pasó por ignorante, la ignorancia se paga, con creces o con guita, como con la chica que cuidaba a mi mare, no le di bola a la vieja cuando me contaba que la piba no le pasaba los datos para anotarla en blanco y acá estamos, siendo desplumadas, literalmente, juntando las moneditas pa pagarle lo que no se merece, o sí, si vamos con la teoría Darwiniana de que el más vivo se come a la más pelotuda, que vendría a ser yo.
Continuará...
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