viernes, 4 de enero de 2019

Capítulo 421 "Lo que no vivo"

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Perritos de Antonio, La Baltasara.
Los golpes a la puerta me despertaron por la mañana temprano. Pegué un salto, me dolía todo, había dormido más tensa que la banda elástica de las polleras de María Marta Serra Lima en sus épocas gorditas. Encendí la tele para ver qué hora era: las ocho y algo de la mañana, que lo parió. Dí un chillido desde el cuarto, ¡ahí va!, me puse el pantalón de dormir, mi remera escohotada y salí rajando al baño. Tenía el entrecejo con dos rayas espantosas de las pesadillas que posiblemente había tenido, no me las acordaba, por suerte. Me lavé rápidamente la cara y los dientes, masajeé esa parte de la cara fustigada pero no había caso, las dos rayas seguían ahí, haciéndome acordar al desencontrado encuentro. Volví a mirar la escena del crimen y ahí fue que me sorprendí, que dí crédito a lo que me habían dicho mis dos enemigas íntimas:

Marina la desconfiada no había recordado cerrar la puerta luego de dejar a la caótica muchacha en el taxi. Estaba entreabierta. ¡Había dormido toda la noche con el hogar abierto! Me quedé perpleja. ¿Cómo no me había acordado de cerrar la puerta del departamento al entrar? Yo, que soy tan meticulosa con eso. Primero pensé que había vuelto, ella, que había entrado a la casa junto a su grupo de ladrones mientras yo, drogada adrede con quién sabe qué que ella me había suministrado, dormía (nada) plácidamente en mi cama, pero no, claramente me había olvidado de cerrarla y estaba, como suelo, imaginando películas. Recorrí el departamento con la mirada otra vez, la ventana también había quedado abierta de par en par, la cortina se movía con el viento. Por suerte quien golpeaba había tenido el recato de no abrir y entrar como Pancho por su casa. Volvió a hacerlo, ahora tímidamente. Voy, volví a responder, porque dos más dos son cuatro, si alguien golpea una tiene que ir a abrir, aunque si no hubiera respondido quién sabe para dónde hubiese girado el cuento, es lo malo de tener que elegir, siempre algo queda afuera, y es mucho más lo que queda afuera que lo que se elige, se elige una sola cosa de entre millones de otras posibilidades, y eso me angustia sobremanera todos los minutos de todos los días de la vida, lo que no vivo por haber elegido lo que sí...

Sentí el cuerpo como si hubiera luchado a capa y espada contra un batallón de comunistas sulfurados porque privados de su propiedad privada. Entonces la loca fui yo, pensé mientras caminaba hacia la puerta tratando de arreglarme el pelo. Entonces la maría también me había hecho efecto a mi y la pobre malagueña se había asustado de eso, de mi cambio de comportamiento tan abrupto, porque si había dejado la puerta abierta quiere decir que yo no estaba del todo en mi. ¿O si? ¡Entonces tenía razón ella en haberme dicho que se había sentido malherida o no me acuerdo cuál fue el término que usó! ¿Entonces? Entonces dejé de conjeturar mierdas al pedo y me acerqué hasta la puerta a enfrentar lo que tocaba, abrí y ahí estaba, parade frente a la puerta, mirándo, la mar de inquisitive. (Sigue)

Continuará…



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