martes, 12 de febrero de 2019

Capítulo 441 "Como era su costumbre"

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Detuvo la camioneta frente a un hotel de puta madre, ¡de puta madre! Me pidió que le dicte el número de la agenda, marcó su móvil y se quedó esperando. Dejó el motor encendido y el aire andando, afuera no hacía calor pero a Él se le da por el aire y el aire y que no puede sin el aire, sobre el capó había como un vapor o humo. Adelante mío Ubrique, el paraíso, pileta, quinchos, montañas, ¡de todo! Sentí culpa por Ella, tenía que llamarla a ver si le había pasado algo, ¿no? Aunque bastante como el culo se había portado, irse así, sin decirme nada, después de haber compartido días divinos de sol y playa y Bello Niño. No había vuelto a pasar más nada pero yo sentía como que me debía cierta fidelidad, esta no incluía el sexo pero sí avisar si se iba lejos. Casi que merecía que le hubiese pasado la peor de las cosas, ¡la peor!, eso sentía mi despecho, a pesar de que había intentado quitármelo con la Morocha de Ibiza la Noche anterior, con el casi trío, pero no sirvió de nada, hacer por despecho nos hace bolsa a nosotros mismos, es una imbecilidad, porque al sentir despecho seguimos priorizando al otro. La habría pasado de pelos si la motivación no hubiera sido la bronca. Creo. Si al final la Gitana nunca se enteró, nunca se iba a enterar y yo casi que lloraba de culpa mientras Rocío gozaba como una loca; en fin, cosas que una se pierde por novelera y sentimentalosa.

El tal Herrera no lo atendía y Él se impacientaba. Miraba una y otra vez la pantalla gigantesca. De súbito me encajó el móvil, que siguiera intentando hasta conseguir hablar con el tipo, acto seguido se bajó y echó a andar hacia la entrada del complejo. Dejó la máquina encendida, la puerta abierta, ¡dios mío!, pensé, recordando todo lo que Ella me había contado, las bambalinas del Loco, sus maneras tiranas, sus machismos a flor de piel. ¡Hesú que yo no soy un perchero, pué!, había llegado a decirle una vez, porque el Tipo te va encajando cosas y cosas y cosas mientras Él camina de lo más liviano saludando admiradores y sacándose fotos. Sin ir más lejos había dado cinco pasos y ya saludaba cual Papa Francisco a tres o cuatro doñas que pasaban. Es un rato, Marina, me dije, aprovechá la volada que algo así no te vuelve a pasar más.

Suspiré. Dudé. Existo. No sabía si llamar al tipo o cerrar la Hammer y seguirlo a Él. Pensé en las veinticinco bolsas negras que había depositado en el asiento de atrás. ¿Pretendería que las baje y las lleve a la carga a la pieza? ¡Ni en pedo! ¿Y la Gitana? ¿Aprovecho y la llamo ahora que Él no está cerca? El sol a través del vidrio polarizado me daba en las partes quemadas y me ardía que daba calambre. En eso se acercó un muchacho, me miró pícaro, posiblemente imaginó que yo era fato del Loco, me divertía, me causaba hasta cierto placer que el pibe pensara que era la mujer del Loco, Marina Quintero, pensé y me reí, el chico me pidió que abriera el baúl así llevaba el equipaje hasta la habitación, del Loco ya ni rastros, se había mandado solo, como era su costumbre. (Sigue)

Continuará...




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