sábado, 16 de febrero de 2019

Capítulo 443 "No planes"

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La hora de la verdad.
El amor es una ruina, concluí, acostada en mi cama, en la habitación del Hotel Ubrique, si es que a eso se le podía llamar amor, la gente le llama amor a cualquier cosa, total es gratis, nadie vigila, nadie castiga por el mal uso de la tan gastada palabreja. Dos tipos que se conocen y salen un determinado tiempo ya usan la palabra que tan grande queda a la mayoría de los vínculos, de los tratos, de las actitudes para con el prójimo. Amor es palabra mayor, deberían estar autorizados a usarla solamente los seres con almas mayores, que hay tan pocos, por sí decir que no existen. Pero la gente va y la usa porque necesita creer que es amorosa, que se brinda en alma y cuerpo, que lo suyo va por el sendero del bien y le esperará el reino de los cielos. Esta piba, Rocío, me apaleaba todo el tiempo, me criticaba y si no me criticaba me quería como demasiao, pasaba de un extremo al otro y siempre enarbolaba la bandera del amor para justificar sus garrotazos. Si me llamaba por teléfono hasta el extremo de provocarme un ataque de nervios usaba la palabra santa, lo hacía por amor o por preocupación que, según ella, era lo mismo, y la culpa de mis nervios la tenía yo que era una exagerada. Si me dejaba plantada usaba la misma vocabla para justificarse pero al revés, la que no había sido lo suficientemente amorosa, cuidadosa, comunicativa con ella era yo así que, esto último no lo decía pero era obvio, me lo merecía por jodida, el plantón, por desamorada.

¿Cómo puede ser que la gente sea tan poco consciente de lo que hace y provoca? Suspiré. Miré a mi alrededor, la habitación luminosa con vistas a la sierra de Ubrique, eran dos las camitas, de una plaza y media cada una, el acolchado blanco y con perfume rico. Televisión, heladera y la mar en coche. Desde la ventana podía ver la pileta, las montañas, el pueblo entero allá abajo, era divino, divino. El dilema era que las dos camitas estaban pegadas la una a la otra y si bien en la habitación cuando llegué no había nadie me temía lo peor, o lo mejor, si de acción para la novela hablamos, claro, porque los bolsos del Loco estaban ahí sobre la mesa, gigantes, llenos y pesados. ¿Ergo? No quería imaginarme nada, claro, sería rarísimo que no nos dieran una pieza a cada uno pero como el Tipo me había dicho así de la nada que lo acompañara, súbitamente, como suele, como amo, no planes, quizá la compañía no estaba en los planes de nadie, valga la redundancia, ni siquiera en la gente del hotel. Además ahora sí que ya no estaba para más jodas, el cuerpo me hervía y se empezaban a hacer ampollas en los hombros, mi cabeza abrumada no daba pie con pelota, necesitaba silencio, soledad, escribir, recuperarme volver a mi, pero… si querés hacer aburrir a dios contale tus planes: (Sigue)

Continuará...



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