Me arrimé a la ventana haciendo buches con cerveza para bajar el chocolate pastoso. La abrí. El agua de la pileta no se movía, parecía congelada. Entró vientito de montaña, tibio y redentor. Siendo enero esta gente tenía el aire encendido y me estaba por morir, encima yo con lo de la insolación, seguramente Él había pedido que se lo enciendan. Dios mío. Eso me confirmó que íbamos a pernoctar together. ¿Cómo iba a hacer para dormir con la porquería de aire encendida siendo que se me secan las fosas nasales espantosamente? ¡Y con este Hombre a mi lado! Nunca sentí tantas ganas de irme a mi casa como en ese momento; tan poco control sobre la situación. ¿Para qué me subí a la camioneta? ¿Para qué? Esto te sirve, Marina, te hace más tolerante, más adaptativa, menos temerosa, experiencia, experiencia, al hombre lo hace sabio la experiencia y acordate que la incertidumbre es el peor de los exámenes, soportar lo más que puedas es el objetivo. Me dije esa sarta de boludeces pero no logré calmarme un cuerno entonces probé lo otro, algo más condescendiente, pesé en la remota posibilidad: Él va a dormir en otro lado, sos loca, cómo los van a poner juntos, por el amor de dios, Marina. Eran las cinco o seis de la tarde y el hotel parecía completamente vacío, primero de enero, era raro. ¿Se había indigestado todo el mundo? ¿O Ubrique no era un destino findeañero para los andaluces?
Morocha en Marbella. |
Y me di cuenta de que fue a propósito esa tarde del beso durante el partido de Argentina, fue a propósito que no me la saqué de encima, que no me fui, podría haberme ido a parar a otro lado mientras esperaba el pasaporte pero me quedé con ella, no hice nada para sacarla de mi vida, porque estar con ella todo el tiempo me hacía mal, sí, porque era un calvario todo aquello, estábamos enojadas pero en el mismo piso, a dos metros de distancia, una escuchaba lo que hacía la otra, todo el tiempo, me hacía mal pero si no estaba con ella, si no sufría todo el tiempo, si no me intoxicaba con ella era peor, la sensación de vacío me aburría y dejaba de escribir. Al rato empezaba a extrañarla y la buscaba de nuevo, le tocaba la puerta del baño "sin querer", salía de mi habitación cuando escuchaba que salía, a veces me daba tregua, no sé cómo lograba aguantarse la ansiedad pero desaparecía y ahí me agarraba la abstinencia, necesitaba la toxina, era una necesidad que me superaba, sus ataques, sus planteos absurdos, su catarata de whatsapp… Esa tarde p (Sigue)
Continuará...
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