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Rocío ha cruzado el charco... |
Me lo iba a reprochar porque después de eso no nos íbamos a volver a encontrar por mucho mucho muchísimo tiempo. Iba a extrañar su cuerpo una eternidad, sus espasmos tan particulares, su boca sexi, sus expresiones libres a la hora de follar. Hasta ahora. Iba a extrañarla. Volvimos a encontrarnos en otro contexto. En un contexto que propicia el encuentro. Un contexto de dificultad, de drama, de tragedia porteña y hospitales. Hace poco y nada llegó. Si, A Buenos Aires. Se tomó el vuelo y acá se vino. Ella propuso sin dejarme opción y yo acepté, sin titubeos, porque al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, dice Sabina, pero a donde has sido infeliz y se la pasó tan entretenida una se puede, ¿no? ¿O no?
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Hotel de lujo, me taladra a fotos. |
Salí del cuarto con mi ipad y ella atrás, cuando las papas se ponían densas, ya lo dijimos, cambiaba enseguida. De no darme bola, posiblemente adrede, para hacerme pagar alguna que yo “le había hecho”, no responder el mierda mensaje rápidamente, por ejemplo, o no adivinar el momento exacto en el que le venía bien que le propusiera hacer tal o cual cosa, de no darme bola pasó a dejar el móvil sobre la cama, abandonó todos sus importantes chats sobre Belén Esteban y, desvestida como estaba, me siguió hasta el balcón que daba al mar. Una desfachatada era. Automáticamente miré los balcones vecinos, no había nadie, por suerte, si no me hubiera muerto de la vergüenza, ¡que no tenía límite esta piba! Me reprochó. Como siempre. Que qué problema tenía ahora, que no me lo iba a robar ella al ipad, que porqué no confiaba en ella que tan buena había sido en ofrecerme ayuda con lo del vidrio roto y encima la hacía sentir mal ahora. Me dejó muda, con su usual manipulación victimosa dejaba claro que nuevamente la desamorada, la jodida, la vueltera, la pérfida, la arruinaencuentros era yo. ¡Que qué coño es lo que quiere de mí!, gritó y entró de nuevo al departamento.
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Marbella la bella. |
Me sentí un asco de persona porque se fue medio lloriqueando. Dios mío. Y así era día por medio. Salí atrás de ella, aunque mi inconsciente ya lo sabía, sabía por qué se estaba quedando mi ipad y no se lo daba al amigo. ¡Quería tener algo mío como rehén! ¡Algo más que importante! Pero también, y esto conscientemente, sabía yo que estaba atrapada en la maraña, que no podía resistirme a estos despelotes, que la necesitaba para soportar lo otro, lo de mi mare enferma, porque entretenida con ella no pensaba en la muerte y escribía, escribía, escribía, escribía… Escuché la puerta de calle, portazo importante. ¿Hasta cuando?, me pregunté, en la soleada soledad de Marbella, sentada en el sillón del comedor, frente al plasma de mil pulgadas aun encendido, ese programa de chismes idiotas que le gustaba mirar. Fui hasta su pieza y dejé el ipad en donde estaba, que hiciera de él lo que se le diera la gana. Estás creciendo, Marina, puliendo neurosis que da calambre. Un poquito más y ya.
(Sigue)
Continuará...
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