CAPITULO ANTERIOR
Apagué el móvil, no quería saber nada pero quería. Llorante e irracional/racional metí lo mío en la valija amarilla, procuré hacer ruido a ver si ella escuchaba y salía para enterarse de lo que me pasaba, quería saber si le importaba más esa intrusa nueva o yo, una actitud más infantil que la de mi abuelita pero así somos, cuanto más adultos más pelotudes. No me animaba a golpear y decirle que necesitaba hablarle, no me atrevía a decirle de frente cuán importante se había vuelto para mi, lo mismo que me había pasado con la Gitana, que al final nunca se lo pude decir, aunque Rocío me dijo aquella mañana que fuera, que no dejara pasar el tren del amor por todos esperado aunque la hubiera visto con el Toni follando en la cama a grito pelado, nunca se lo dije ¡porque me enganché con ella, con Rocío! Morocha Osada... Esa misma mañana mientras me decía todo eso, y posiblemente porque me dijo todo eso, que fuera a buscar a la Otra, me pedía, con los ojos llenos de deseo por mi, con el dolor en el alma, ese momento fue mi perdición.
No quería decirle cuán importante se había vuelto para mi, entonces retoriqueaba de esta manera tan estúpida, ahí parada sin saber qué hacer. ¡Porque no quería que fuera importante! ¡No quería que tuviera ese poder! Salí de la habitación, caminé casi zapateando hasta el comedor, hice como que buscaba algo, titubeé, me limpié los mocos colgantes con la manga de la camperita que me había puesto, volví a mi cuarto, cerré la puerta escandalosamente y esperé. Claclac, hizo la perilla. Nada. Nadie salió a ver qué me pasaba. A nadie le importaba lo que me pasaba. Sentí una bronca tremenda, una angustia abrumadora, difícil de controlar, muy difícil de controlar, estaba casi ida, ida a la mierda, a punto de perder la cabeza, no me quería ir, no me quería quedar. No quería dejar de verla pero no quería verla nunca nunca más.
Me senté en la cama a llorar de nuevo. No recordaba haber llorando tanto por alguien en tan poco tiempo. Volví a encender el mòvil y esperè, esperè, esperè, con el corazòn en la boca... Mirè. No había escuchado mi mensaje. Claramente estaba más que ocupada, más que encantada, más que gozando con la otra y ya se había olvidado de mi. Lo más trágico que te puede pasar es que te olviden, no que te odien, es preferible que te maltraten, que te acosen, que te celen, que te tengan bronca, incluso que te engañen por despecho, porque ahí el protagonista todavía sos vos… Pero cuando te olvidan es que ya no importás más. Sanseacabó. Bueno, al parecer se había sanseacabado. Marina estaba sola de nuevo. Sola en el mundo. Sin novia/madre otra vez y ese era el problema, la había adoptado de madre, mi madre se había vuelto mi hija de un día para el otro y la Morocha Osada la había reemplazado, de alguna manera, tan contenedora, tan que salía corriendo ante cualquier pavada que podía pasarme, y así me hice dependiente, la sensación de seguridad es un vicio, peor que la morfina, porque la morfina no siempre mata, muchas veces alivia, pero la necesidad de seguridad es letal, siempre, te mata pero te deja vivo, vivo y catatónico.
Y ahora me lo viene demostrando de nuevo, se pasó varios días conmigo, se vino desde Madrid porque leyó lo de la vieja y la cirugía. Me acompaña con todo lo de mi mare. Yo pensaba que iba a tener que pasar sola por este horror, la peor de mis pesadillas desde que tengo memoria, pero no, está ella, el ángel que me mandó quien sabe quien, haciéndome compañía. Días y días conmigo, yendo y viniendo al hospital, estudio de acá, estudio de allá, durmiendo en el futón duro de mi comedor, porque no tengo otra cama y yo acompañada sabemos que no pego un ojo. Entonces se aguantó el futón finito, que no le importaba, dijo, que estaba acostumbrá. Cambió la súper cama de su súper hotel del centro con vistas al obelisco por mi futón de porquería, todo para acompañarme. Conteniéndome cada vez que se me escapaba el llanto. Tranquila, me decía, agarrándome con sus (Sigue)
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
lunes, 25 de marzo de 2019
Capítulo 454 "Sufrir"
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario