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Apagué el móvil y puse en práctica el pragmatismo que hay en mi; la razón, que para algo nos habrá tocado en suerte, ¿no? Dejé la emoción de lado. Extirpé la bronca que me provocaba que la mina esta pensara solamente en ella, porque semejante situación que yo estaba viviendo… el martes que viene la operan a la vieja, el martes quizá se muere mi mare, porque a los ochenta años una anestesia no es lo mismo que a los veinticinco y lo de febrero fue un raspado, anestesia liviana pero esta es una cirugía con toda la letra y el punto; el martes que viene me dirán, al abrirle la panza, qué carajo es lo que hay ahí adentro, si el cáncer se ha diseminado o no, si hay algo que podamos hacer o no, y con todo lo que esto implica Rocío complicándome más la vida, sumándome angustias, dolores de panza, dando vuelta todo, reprochándome a mi lo que debiera reprocharse ella, que soy una desalmada, que no pongo atención a lo que le pasa ¡YO! Ella sumando más piedras al despelote que me toca pero yo soy la que no registra, la que piensa únicamente en sí misma, la que hace todo según su conveniencia… Y Frené. Dejé de darme manija porque si seguía iba al hotel a buscarla y la agarraba del cogote.
Fui hasta la mesada y puse la pava eléctrica para hacer mate mientras Mecha, mi gata, también convaleciente, olía intrigada el electro de mi mare, todavía en el piso. Ella es así, me dije, y nadie te obliga a estar a su lado, si no te gusta sos libre de mandarla a la mierda, de no tenerle la vela, si te quedás es tu responsabilidad, tu elección, algo de esta telenovela psicótica te atrae así que a llorar a la cancha, querida. Dí vuelta la página. Fin. Sanseacabó. Enfoqué mi atención en donde tenía que enfocarla: los estudios de la vieja, confirmar el horario, el día de la cita médica, no fuera a ser que con tanto remolino amoroso me confundiera y todo el trajín de llegarnos hasta el hospital al ñudo. Junté los papeles espantosos del piso, cada uno de ellos correspondía a una parte del aparato vital de mi mare, pulmones, corazón, sangre, circulación, sistema reproductivo… el cuerpo y su funcionamiento impresos en unos papeluchos, cosa de locos. Metí uno por uno en la bolsita, por fecha, por órgano; podrida. Recordé al doctor Barrera, un par de años atrás me había dicho que tenía que hacerme una “agenda mamá”, fuimos a verlo porque Mare andaba en el limbo, pensábamos que tenía Alzheimer pero al final era la medicación mal tomada, empezaban los primeros chubascos de la vejez, el “ya no puedo estar sola” comenzaba a manifestarse, y el viejo psiquiatra no tuvo mejor idea que aconsejarme ir a vivir con la vieja porque claro, él tiene un ejército de siete hijos a sus pies, yo estoy sola con esto, casi me agarra Alzheimer a mi del espanto.
Suspiré. Incluso pude reírme. Me di cuenta de que concentrándome en lo que debía había logrado calmarme un poco. Querer hacer lo que uno debe, dice Dragó, por ahí anda la felicidad. Le había ganado al momento de la bronca, al chubasco. Eureka. Pero entonces, repuesta del enojo me sobrevino la culpa, porque el equilibrio es algo que claramente no se ha inventado para mi, de un extremo al otro, de las ganas de matarla a la angustia porque la traté mal, el discurso de ella me termina convenciendo de lo que no es. Encendí el móvil para llamarla. La desesperación sobrevino de nuevo. (Sigue)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
sábado, 13 de abril de 2019
Capítulo 457 "Y rasguña las piedras"
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