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¿Qué es lo que te atrae de ella?, pensaba con el teléfono en la oreja, con mi coherencia al borde del precipicio. Más bien me increpaba, furiosa, por no poder no llamarla, por caer una y otra vez en el agujero tramposo, en la fábula, en el cuento de la mala pipa. Su voz de “acá no ha pasado nada”, y luego, poco a poco, después de tantear que yo seguía siendo manipulable, empezaba otra vez con lo suyo. Me llamaba egoísta y que ¿por qué te enfadas si estamos hablando bien?, preguntaba completamente en sus cabales. Dejar plantado a alguien y luego llamarle egoísta... Dios mío... Hacía nada había estado llorando y ahora... Que te estoy hablando bien yo a ti, Marina, ¿por qué me gritas? Siemrpe te enfadas, que así no se puede construir nada, siempre con lo mismo, maja, que al final no sabes lo que quieres, tía. ¿Acaso estáis jugando conmigo? ¿Para qué me has hecho venir si así ibais a recibirme, joder? Te hace falta valorar, maja, valorar muchas cosas en tu vida.
No message... |
Pero ese fin de semana con mi mare internada... fue la gota que rebalsó el vaso, aunque al parecer ella ni se dio por enterada por cómo me hablaba cuando intentó contactarme de nuevo al día siguiente. Realmente no pude creer que me escribiera tan suelta de cuerpo con todo lo que había pasado. ¿Se olvidaba de lo que ella hacía? La pava sonó. Me había olvidado por completo de que había puesto a calentar agua. La escuchaba ahí mismo hablándome al teléfono y sí, ella padecía algo así como amnesia, al menos cuando le convenía, me hablaba en ese mismo momento como si ya no recordara que se había ido de mi casa sin decir nada el dí anterior, que había apagado el móvil y desapareció por un día entero y una noche para aparecerse de sopetón en la cita con el anestesista. ¡No lo sé! ¡No sé si finge o no!
Los estudios de mi madre todavía en el piso. La gata ya no curioseaba, había vuelto a su mantita y a entrecerrar los ojos. ¿No podía comprender ella que mi reacción era a causa de su comportamiento desquiciado e incoherente? ¿O no soportaba que le dijeran que tenía defectos como cualquiera? ¡Que era una loca de mierda! Se trastornaba cuando le daba las razones de mis nervios. Y no sé porqué pero creí intuir en ese momento, mientras intentaba llenar el mate de yerba con una sola mano, que ella no mentía cuando mentía, cuando se salía con sus argumentos desopilantes, ella realmente creía que así era la cosa, que yo no estaba valorando el afecto que me brindaba. Entonces sentí una lástima terrible. Por ella. Por mi. Por el otoño, tanto más gris sin sus risas exageradas, sin su lágrimas mentirosas pero verdaderas... (Sigue)
Continuará...
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