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Cuando me di cuenta, consciente o inconscientemente, había doblado por la Avenida de los Incas hacia Belgrano. El puente de Crámer estaba cortado así que había un embotellamiento importante. En eso me vino el impulso. ¡Dejate de joder con esto! Dejate de dejarte enredar por esta gallega que no sabe lo que quiere y te acusa a vos de no saberlo. ¡Dejá de dejarte marear par no hacer lo que tenés que hacer! ¡Vos sabés lo que querés, Marina! ¿Sí? ¿Sé lo que quiero? ¡Claro que lo sabés! ¡El objetivo emocional del personaje! ¿Cuál es? ¿Qué quiere Marina? Sabes que no es a Jesús Quintero, ni a la gallega. ¡Lo sabés y te haces la pelotude! Una bocina me sacó del ensueño dialogoso con mi sinsentido común. Pedí disculpas y arranqué de golpe. Las ruedas delanteras del auto patinaron sobre el adoquín mojado. Tomé en dirección a Barrancas. Eran las siete y cincuenta. Estacioné en la plaza enorme y agarré el móvil. Decidida. Busqué el teléfono de él en mi agenda de contactos. Otras vez. Sí. Quería la revancha. Terminar como el culo la primera no quita que pueda haber una segunda, mucho más rimbombante, si dicen que no hay una sin dos, ¿o sí? Íbamos a comprobarlo.
Había quedado un algo en el tintero, una propuesta que le había hecho hacía tiempo y ahora que él acababa de estrenar su nueva película era el momento de recordarle, quizá se le había hecho algún agujero entre proyecto y proyecto y tenía algo de tiempo. O quizá andaba en busca de algo nuevo para hacer. Vaya una a saber. Sentí el entusiasmo corriendo por las venas, como cuando me tomé el primer avión En busca de Jesús Quintero. Le mandé whatsapp proponiéndole lo mismo que antaño pero algo más refinado. Ni lo dudé. Por acá es, me dije, más que excitada, cuando tomo el camino correcto no siento ningún resquemor, ninguna duda, simplemente lo hago, lo que sea, whatever, que le dicen. Y si piensa que soy una pesada que lo piense. Ya está hecho. Ahora que fluya. Como fluyó lo de los musos en Almodovar del Río, lo de Reverte en la feria del libro, dejemos a los aconteceres hacer avanzar esta historia que ellos son siempre más originales que yo.
Guardé el teléfono y me bajé del auto. Había viento y la llovizna me empapó el pelo en un minuto. Me cerré la campera y caminé hacia donde estaba la vía. Adelante mío la enorme y flamante estación recién inaugurada por nuestro benemérito presidente, la cuidad está quedando divina, empezamos a parecernos a Europa, lástima que la mitad de los niños no tiene qué llevarse a la boca y la mayoría de los jubilados no puede ya ni pagarse un remedio, que vacer… la política y sus contraindicaciones. Saqué el teléfono de nuevo, muy segura de a donde me encaminaba, que estos impulsos no se dan nada seguido así que hay que aprovechar la volada. La soledad es la gran talladora del espíritu, lo estaba comprobando, mandé un whatsapp a mi amigo guionista, también del equipo de él, si vamos a intentar armar algo vamos a intentar lo mejor. Acabé. Apagué el móvil y con gusto a misión cumplida enfilé para la calle Echeverría. (Sigue)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
sábado, 8 de junio de 2019
Capítulo 471 "Un algo en el tintero"
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