Caminamos en silencio unos metros. La Vieja se agitaba rápido entonces teníamos que frenar a descansar para que recuperara el aire. Esto producto del bicho horrible que se la estaba comiendo por dentro y que en tres días exactamente los santos doctores iban a tratar de extirpar. ¡Fuera bicho! Pensé. Sentí. Deseé. Que desaparezcan las dos alimañas porque no puedo más. La Una a mi lado, convaleciente y tirana, a la que le debo la vida, podría ya bien ir yéndose al mundo en que los humanos son incapaces de hacer daño, porque muertos. Y la Otra, la que había quedado sentada en la vereda de la vuelta haciendo una escena digna de Shakespeare, esa que supuestamente había venido a hacerme el aguante a la Argentina porque me quería, podía ya volverse a su puta casa del otro lado del Atlántico con su esquizofrenia a cuestas (o lo que fuere que padecía, porque algo padecía, a mi no me jodan).
Miré un momento el teléfono, seguía mandando y mandando mensajes subidos de tono, disfrazados de sermón de la montaña, de te quiero ayudar por eso te digo de todo, ¡pero es que me estaba diciendo DE TODO! ¡Con lo impresionable y muchacha de su hogar que soy! ¿Y la chica?, volvió a preguntar mi Mare, ya agarrando el carro para continuar la marcha, entonces decidí hacerla partícipe de mi realidad, o al menos de parte de ella. Arrancanda de nuevo la lenta caminata la enteré de que al parecer “la chica” se había enojado conmigo y no iba a venir, creía yo. El teléfono seguía y seguía chillando sus descontentos. Mi Mare paró la oreja. Se hizo la tonta pero se avivó enseguida de que algo pasaba. Continuamos en silencio. Mirando el piso llegamos al bar y nos sentamos. No hacía frío así que elegimos mesa afuera. También pensando en que si a Rocío se le daba finalmente por aparecer iba a poder fumar.
Ella era el desastre conmigo y yo pensaba hasta en el más mínimo detalle para que se sintiera a gusto. Saqué el móvil y sin leer nada de lo que había mandado, no quería ponerme a llorar frente a mi Mare, le envié la ubicación del bar, que podía venir si quería y que había un quiosco para comprar sus cigarrillos. ¡Que no podía dejar a mi mamá sola porque recién llegábamos! JODER. Levanté la vista. Mi Mare me miraba algo preocupada. El mozo parado a nuestro lado nos miraba inquisitivo. Pedimos. Ya no recuerdo qué. El agotamiento mental y corporal que sentía no tenía nombre. Volvía a sentir los temblores en el cuerpo. No iba a poder con ella. Miré el móvil. Había respondido rápidamente con otro sermón. Que no pensaba venir, que ya lo había dejado claro anteriormente. ¿QUE NO LEES MIS MENSAJES O QUÉ? Y que había olvidado su billetera así que no tenía manera de volver al hotel y que además se sentía muy muy muy mal, todo esto, mi actitud, la había puesto muy muy muy muy mal y que me iba a quedar sola por egoísta cuando mis padres murieran porque nunca nadie iba a querer permanecer a mi lado, nunca jamás. Con mucho esfuerzo pude tragar saliva. Realmente no sabía qué hacer. Fue cuando decidí confiar en mi Mare, en su sinsentido común, le conté todo, todo, si una vez me había rescatado del loco evangelista podía una vez más salvarme el pellejo. Y supo sorprenderme, como pocas veces en la vida. (Sigue)
Continuará...
Venga , tia que luego la enferma soy yo que ya ah estado bien vale
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