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(Llorando desconsoladamente escribe. Teme hacer algo que no quiera, de lo que no pueda ya arrepentirse porque no hay vuelta atrás. Su padre pareciera no tener idea de lo que le pasa. ¿Por qué debería?, se pregunta, mientras intenta parrafear algo para salirse de la realidad. ¿Porque es su padre? No, ella ya es grande, la que escribe, escribe y trabaja, todo junto, ella debiera tener ya su propia familia, su marido, sus hijos. Debiera saber lidiar con las vicisitudes de la vida, con el trabajo, con el amor. Pero no sabe. O le cuesta horrores de un tiempo a esta parte. Ella le escribe por whatsapp a él que intenta dar con el psicólogo gurú, que no consigue dar con él, es una suerte de manotazo de ahogado porque se siente como el culo tras los acontecimientos acaecidos, y el padre responde con una foto feliz, a punto de almorzar en las termas de Tucumán a dónde se fue a vacacionar con su querida esposa).
(Con’t) Le dejó un mensaje mi Mare. por el whatsapp. A Rocío. Me pidió que le arrimara el aparato y grabó. No había otra opción, entre psicópatas y narcisistas se llevan de pelos, se miden un momento y ya, empatizan apáticamente. Mi Mare ama a cualquiera que le ponga atención y Rocío es especialista en caer bien cuando necesita. Estudia tus gustos, tus necesidades y se convierte en la princesa azula, en el love of your life. For a while. ¡Vení, Rocío!, le grabó en el whatsapp la Vieja desde su silla, con voz de actriz de teatro. ¡Estamos esperándote con Marina, me gustaría verte, hija! Mare le dice hija a todo el munde, es una maña que tiene. No le conté todo todo, iba a hacerlo pero no pude, que se había sentado en medio de la vereda sí, que era una ciclotímica también, que se ponía muy agresiva, todo salvo ese detalle, para mi madre con Rocío éramos amigas.
Terminada su performance dejé el teléfono sobre la mesa. Sentía el pecho tomado como cuando está por agarrar una gripe de esas que te tumban en la cama por una semana. Enfrente de mi estaban las medialunas que había pedido. No tenía hambre pero había almorzado casi nada, si no comía iba a desfallecer.
No respondía. ¿Se habrá ido?, pensé, casi esperanzada. Casi angustiada. Casi muy triste. Casi catatónica. Si se iba quizá no le veía nunca más. Gallega demente, peor que la Gitana. Con la otra al menos tenía empatía, la otra pedía disculpas cuando se mandaba alguna, era coherente en sus incoherencias, frenaba cuando se daba cuenta de que estaba lastimando. ¡Sentía remordimiento! En cambio Rocío era una orate importante. Parecía lastimar adrede. Parecía disfrutarlo. Tuve la sensación de que todo pasaba muy rápido. Hacía pocos meses que la conocía y mi Mare le estaba hablando por el whatsapp como si fuera parte de la familia. Dios mío. Traté de entender cómo era que habíamos llegado a eso pero no pude. Y tuve la sensación de que me quedaba poco. A mi. No a la Vieja convaleciente. Pensé en las consecuencias de mi desaparición física. Recaería la responsabilidad en mi padre. Que tiene su vida tan armada. Que ni concibe la posibilidad de ayudarme un poco con esto, esto que sucede porque en algún momento él decidió tener una hija con esta señora que ahora me vuelve loca, me mata de a poco.
Seguía sin responder. Rocío. Se ve que las palabras de mi Mare algo le provocaron. (Sigue)
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
miércoles, 21 de agosto de 2019
Capítulo 485 "La llorona"
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