¡Minchia! |
(Con’t) No respondiò en seguida. Rocìo. El mensaje de mi Mare al parecer la habìa dejado muda, no se lo esperaba. Al menos muda por un rato. La Vieja se desentendiò ràpidamente del asunto y volviò a dar cuenta de su sànguche. Traté de olvidarme del teléfono. Comí lo que pude de mi medialuna y la bajé con mucho esfuerzo a sorbos de café con leche. Mare morfaba como vaca en la sequía. Está alimentando al bicho, pensé, por eso les da hambre a los pacientes oncológicos, el bicho se lo come todo.
A esa altura me era imposible saber si decía la verdad, la Gallega, me obsesionaba descubrir si fabulaba y terminaba creyendo su propia fábula o era que mentía a sabiendas, a propósito y calculadamente. Era una diferencia abismal. ¿O no?
Tengo miedo de que no te apetezca volver a verme, me había dicho la segunda vez que nos vimos allá en Sevilla, en medio de la Feria de Abril. Gallega Enferma. Me lo dijo como si supiera lo que provoca en los demás. Lo que iba a provocarme más temprano que tarde. Habló como si supiera que nadie nunca va a poder soportarla. Estaba guapísima en su vestido rojo, le marcaba la figura esa que tiene… una mujer maravilla parecía. O quizá lo hizo para darme lástima. Y es que entonces me dejó sin palabras, no había pasado nada como para que yo no quisiera volverla a ver, habíamos estado paseando todo el día, nos habíamos llevado de pelos. Pero quizá su maquiavélico plan de manipulación fue desde el minuto cero, desde aquella noche de casi trío en la colina de El Portil. ¿Será posible tanta inmundicia premeditada? ¿O es que, como comentó ella un par de capítulos atrás, la enfermita acá no es otra que la que escribe? Eso. Eso me angustia una eternidad, no tener la certeza de si sufre o no, no saber si es hija de puta a conciencia o se le escapa, a su pesar. Porque tener la certeza de que yo sufro gracias a su destrato no me es suficiente para salir corriendo. Cosa que debería haber hecho ese mismo día, esa tarde, a tres exactamente de la cirugía de la Vieja. (Sigue)
Continuará...
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