sábado, 16 de noviembre de 2019

Capítulo 496 "Por lo demencial"

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Seguíamos las dos sentadas sobre la parecita de la plaza. Empezaba a anochecer. Ni yo la miraba a ella ni ella me miraba a mi. Me preguntó qué quería hacer. Con su teléfono en la mano. Estábamos a tres días de la operación de mi mamá, oíme, una operación complicada dada la edad de la Vieja, y la Gallega como si nada, ninguna consideración por la situación de contexto. Lo único que le preocupaba era ser el centro de atención, la protagonista del melodrama. Había venido al hospital acompañarme porque así lo había querido y ahora me torturaba. Nos había dejado de cama a las dos, a mi Mare y a mi, con su capricho idiota de no querer venir hasta el bar. ¿Y para qué has metido a tu madre, tía, que no sabes arreglártelas sola?, me iba a reprochar después, como si yo hubiera podido disimular los nervios ante los insultos desproporcionados que me había escrito por el whatsapp. No había dicho nada frente a mi mamá pero mi cara y mi cuerpo me delataron, es lo que suelen hacer. ¿Qué pasa?, preguntó la Vieja, las dos sentadas todavía en el bar, ante mi súbita palidez y titubeos. Dios nos libre de los psicópatas narcisistas, Loco.

Alhaurin el Grande.
¿Qué es lo que quieres hacer?, volvió a preguntar con tono impasible. Yo no sabía lo que quería hacer, la verdad que no. Estaba agotada. Necesitaba dormir. Tenía que entregar un paquete a un cliente en Palermo, cosas de la vida objetiva, de la demanda material de la existencia, demandas que nos organizan y nos evitan enloquecer. Porque en el trabajar hay al menos una suerte de respuesta al para qué mierda hemos venido a este mundo. ¡Pues a trabajar! Y ahí nos quedamos tranquilos o al menos no tenemos tiempo para seguirnos preguntando. Eso le respondí, que tenía que entregar el pedido, rehuí a la pregunta del deseo con el deber. Tendría que haberle dicho que necesitaba dormir pero entonces hubiera empezado el show en continuado. Que para qué la había hecho ir, que sólo pensaba en mi. YO. La desconsideración por parte de ella era indescriptible, Loco, pero no se daba cuenta, por eso era al ñudo explicar nada, decir algo, incluso callar era al ñudo con ella, no había manera de escapar cuando le daban los ataques de saña.

Miraba su teléfono cada dos segundos, leía, sonreía y respondía. Qué imbécil, pensé, que tipa tan idiota y miserable, pobrecita. Pero ahí estaba yo a su lado, creo que todavía enamorada. Movía las piernas nerviosamente, ella, no sabía si era un acting o se había pasado de merca pero me daba impresión, parecía alguien de manicomio. Ok, te espero en tu piso, respondió al fin, en tono de orden, de que había que hacer lo que ella quería porque se había sacrificado viniendo desde el hotel a hacerme compañía. ¿Te espero en tu piso? Bajó de la pared sin dejar de mirar su mierda móvil. El auto está para el otro lado, le expliqué, todavía sin entender, y con toda la sensación de que iba a ser una noche inolvidable por lo demencial. (Sigue)

Continuará...



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