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Arranqué el auto y traté de bajar un cambio. Manejar me calma mucha veces, otras me inspira. Largos párrafos de esta aventura literaria han sido escritos tras el volante de mi Gol, conduciendo el auto de alquiler malagueño, a veces con copilota, a veces sin. Mi papá solía hacerlo cuando Mare se ponía insoportable, se subía al renault 6 y volvía de madrugada, ya más tranquilo, ella dormida pero yo lo escuchaba entrar. Poco antes de que se separaran por primera vez, porque fue en dos cuotas el asunto. Era todavía la época en la que tener padres separados estaba mal visto así que me sentía un espanto, mis compañeros me cargaban, decían que era rara por eso. Y mirá Loco cómo cambia la cosa que hoy es raro tener padres casados o del mismo sexo. Caaambia, todo cambia, cantaba la negra.
Estaba llegando tarde al cliente y lo que menos podía permitirme en ese momento era perder una venta, con todos los gastos que estaba teniendo con Mare, sus análisis, muchos, los no tan caros, se los hacía privados, porque para conseguir turno por Pami había que ir de madrugada. Luego pagar los estacionamientos frente al hospital en donde nunca había lugar ni a diez cuadras a la redonda. En fin… Hay mucha gente que está peor, claro que sí, pero ellos tienen la ventaja de estar acostumbrados. ¡Ay, que comentario horrible!, dirá usted, y yo le diré que horrible o no es la pura verdad. Somos animales de costumbre, señora, si no porqué usted sigue casada después de cuarenta años de tortura con su señor marido. Porque se acostumbró. ¿Por qué si me quedo sin trabajo y tengo que ir a cuidar ancianos a mi me da un ataque de pánico y la chica que cuidaba a mi mamá lo hacía naturalmente? Por la costumbre. Y porque lo que no mata fortalece, por eso hay que dejarse matar cada tanto poéticamente, pa no morir después en el intento.
El tráfico estaba cargadito por avenida Las Heras, el GPS me hizo meter por las callecitas de adentro, Palermo Soho. Hacía mucho no andaba por la zona, estaba cambiadísima, llena de negocios con vidrieras abiertas, sin vidrio, percheros de ropa retro fina en la vereda, tipo feria americana pero cara. Caaambia, todo cambia. En un rato se le pasa, Marina, ya sabés cómo es, le tenés la vela, le aguantás los berrinches, la telenovela, la escena de Shakespeare, la haces creer que es muy importante, entonces se calma y te ama de nuevo. Amor a su manera, claro, que no es amor como el de todo el mundo, no, es un amor raro y vacío, apasionado pero sin conexión. Muy erótico. Descarnado. Sin pudores. De pronto extraordinario. Corporal. Efímero. Un sueño. Una ilusión. Rocío cuando folla se conecta con ella misma, te mira cada tanto si la buscas, pero no te ve. Sería extraño que alguien que no es capaz de empatizar con los demás pudiera conectarse en ese sagrado momento. Hace unas puestas increíbles, se mueve que no te das una idea, o sí, claro, te das, pero es eso, Loco, es raro y vacío, ¿o no? Desde que estuve con ella comprendo el sentido de esa frase que tira más que una yunta de bueyes, ¿la conocés? Esperame, voy a entregar esto al cliente y ya vengo, poné los platos de la otra vez, por favor, esos gigantes de colores, como para festejar el reencuentro, que no me sacaste cagando, digo. (Sigue)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
sábado, 21 de diciembre de 2019
Capítulo 499 "La pura verdad"
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