Entramos a la casa. A mi casa. Fue el momento crucial. Dejarla entrar. Porque ya puertas adentro no tenía a dónde escapar, en caso de necesitarlo, claro, salvo que huyera de mi propia casa. ¿Y a dónde? ¿Encerrarme en mi habitación? Lo hice. En la mitad de la noche. Drogada con clonazepan de dos miligramos. Pero no me voy a adelantar a los hechos porque ya sabemos que me voy por las ramas y terminamos donde menos imaginábamos. Mire a dónde terminé yo en mi segundo viaje a Sevilla, volví en busca del final de esta historieta, supuestamente junto a él iba a ser la cosa, y terminó presa mi pluma de Ella, de su Gitana mujer, y a casi tres años de aquello todavía con el pescado sin vender. ¿Será que esta es realmente la historia sin fin? No se lo digan al Loco que se suicida, sería un acontecimiento más que trágico, que se quede España sin este periodista lúcido, además está por cumplir los ochenta, un pescado imperdonable, ¿o no?
Ella es el amor. Y el amor es inspiración, a su pesar. |
Yo me puse a desensillar. Vacié la bolsa de ropa sucia de mi madre y la metí en el lavarropas. No sabía si ponerlo a funcionar o no porque eran más de las ocho y el lavado demora como dos horas ¡y el ruido que hace! Lamentablemente es una máquina vieja, por eso la uso de día pero en este caso... Tenía el cerebro demasiado cansado como para tomar esa decisión en ese momento así que lo dejé para más tarde, lo de decidir. De más está decir que no acostumbro tener visitas así que su presencia, aunque ni se moviera, aunque pareciese una momia, una muerta, una loca de manicomio, me incomodaba. No así otras veces que había venido, con la energía completamente diferente, nos comimos a besos apenas traspasar la puerta, maravilloso. Y trágico. Porque lo maravilloso es así, sucede y luego … se esfuma. El ser maravilloso sigue ahí, no es que se va, pero de pronto ya no es maravilloso. De pronto o de súbito, depende. Algo sucede, algo inexplicable, inexorable… y se esfuma para toda la vida.
Todavía alguien que no huye de mi. |
Continuará...
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