martes, 20 de octubre de 2020

Capítulo 539 "Elogio de la espera"

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El deseo es la presencia de una ausencia, le escuché el otro día a Escohotado, sabio y poeta. Y cuando el ausentado se apresenta la fantasía se acaba, el deseo se hace añicos, la erotizada espera  llega a su fin dando lugar a la compleja, complejísima realidad. Sin ir más lejos lo que pasó en el capítulo 8 con el hinchapelotas de la colina que se comía toda la fruta y jamás se le ocurría ir a comprar al mercado, y luego pretendía que yo no estuviera con cara de culo, así cualquier amor dura lo que un pedo en una canasta y del deseo ni le comento lo que queda, señora, pero no me cambie de tema porque también Darío el del apellido raro afirma algo que podría venir a colación: el único amor verdadero es el amor imposible. Joder. Como para no quedar paralizado ante esa taxativa frase, asesina de esperanzas y de erotizados esperes. Porque una cosa es aguardar la presencia del ausente ignorando el trágico final que agazapado espera pero otra muy distinta es saber, saber que en cuanto la espera acabe con ella acaba lo otro, el iluso idilio. Estoy enamorado porque espero, dijo Barthes...

Salvo en contadas excepciones, claro, en las que la presencia agiganta el deseo, en las que el encuentro potencia los estertores más frenéticos y animales, ahí es preferible arrojarse por la ventana ante el sufrimiento venidero. ¿Es preferible la espera eterna erotizada? ¿Es menos peor que el deseo muera antes de arribar a guatepeor? ¿Amarse poco para no sufrir demasiado? ¿O amar mucho para morir de amor de una buena vez? Sería una muerte digna, ¿no? Al menos digna de novela. ¿Es posible encorsetar el deseo? ¿La pasión? ¿Engañarlo para que no se acabe nunca? ¿Amarrar la mente de manera tal que no nos traiga demasiados contratiempos? Rocío llamó. Sí. Sigue en Buenos Aires. Sé que me lee pero no puedo no escribir sobre el asunto; es un punto de giro. Quiéralo o no se ha ganado un rol en este desvarío y ha vuelto como It, el payaso maldito. Y ella reirá, reirá con su sonidos estertóreos, anhelantes, sibilosos al leer estas palabras, me acusará de exagerá, porque no se autopercibe como It, como Jason de Martes 13, como la mayoría de nosotros no nos autopercibimos, pero lo de ella es peor, mucho peor...

La atendí porque cambié de aparato y su número no estaba agendado y esperaba llamada del esposo de una cliente y-- Volver a escucharla me dejó muda un día o dos. La absoluta ausencia de consciencia, nunca sabremos si fingida o no, sobre nosotras, sobre el final horroroso. Sonaba como siempre. Como siempre antes del desastre. Como si hubiéramos hablado ayer en completa armonía y todo hubiera sido un cuento de hadas; como si nada de lo que pasó hubiese pasado. Fueron dos segundos de cómo estás, de interesarse mentirosamente por mi y luego volvió la otra, la monstruosa, la reclamante, la ombligo del mundo, la que no hace otra cosa que hablar y pensar en ella y en su escueto y miserable entorno... Que quiere ver a mi mare, que se ha enterado de todo (y cómo no si lee esta mierda que escribo) y que no vuelve a Madrid porque NO TIENE PLATA, quebró el negocio de manicuría que había abierto en Belgrano, tuvo que cerrar por la cuarentena y tiene deudas con el tipo que le alquilaba el local y una amiga que le salió de garante con el recibo de sueldo está por suicidarse del ataque de nervios porque encima con la pandemia no está trabajando. Que está viviendo en zona sur, como a sesenta kilómetros de Capital, en un lugar de prestado que no tiene ni instalación de gas y tampoco tiene quien la ayude porque su madre en Marbella está quebrada también bla bla bla… Socorro. Socorro al cuadrado… Y en la residencia de mi mad

Continuá... (Sigue)


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