viernes, 25 de diciembre de 2020

Capítulo 544 "Naderías supinas"

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Y mientras todos hacen lo normal, festejar Nochebuena, beber, embriagarse y pasarla bien, comentar esto o aquello sobre aquello o esto, opinar la mar en coche sobre aquél poco interesante tema, y mucho menos productivo, revelador, modificante; mientras Jesús Quintero no aporta nada nuevo alegando que la televisión pasa por un mal momento, que ocurre, claro está, porque no hay quien tenga algo diferente que decir, basta mirar las redes unos minutos de reloj, y da cuenta esto de que lo poco interesante huye de los estertores idiotas, de la comunión de bazofia que son estos lugares; mientras el mundo se pudre en estos tiempos malos que producen los hombres débiles producto de los tiempos fáciles que han construido los hombres interesantes y virtuosos y valientes, mientras todo esto acontece y la música de los vecinos tapa sus voces chillonas que deben levantar porque a pesar de no verse hace tiempo tanto y querer conversar ponen la música a un volumen tal que se los dificulta y entonces deben gritar para escuchar las naderías que tienen para decirse, naderías mayormente sobre ellos mismos, naderías que consideran importantísimas; mientras todo esto acontece, como para no variar, acá abajo, entre las sombras, bajo la noche estrellada: 

Estacioné en donde pude, como a una cuadra de la residencia porque no había lugar. Dudé un segundo, ya no recuerdo bien qué clima hacía pero fue agosto así que posiblemente ni frío ni calor, dudé un segundo, ¿correspondía que llevara algo de ropa de ella? Porque ¿y si la querían dejar internada en el hospital? ¿Por un desmayito? Dudé otro segundo, y es que sí, lo único que se sabe con los médicos es que nunca se sabe. Avancé por la calle empedrada hacia la puerta del lugar. No, me respondí casi enfática, en todo caso volvía al hogar y armaba un bolsito pero ¿y quién se quedaba con ella mientras tanto en el hospital? Además iba en ambulancia y viajar en transporte público estaba prohibido, la policía del pensamiento (thinkpol en neolengua) se encarga de recordárnoslo. ¿Cómo hacía para volver a la residencia? Era una mañana divina. El cielo reventaba de un azul claro y había nada de viento. 

Claro, en ese momento de nervios olvidé por completo que soy trabajadora esencial, podía tomar un colectivo aunque hubiera sido en vano que lo recordara porque no tengo tarjeta Sube y en efectivo ya no se puede pagar más, también ignoraba si era obligatoria la nueva aplicación "cuidar" para poder acceder y es extraordinario, cuando mi vecino escueto me discute ¿qué restricciones, Marina? ¿Qué exceso de control por parte de las autoridades? ¿Cuál autoritarismo? Es extraordinario, ¿no? Llegué hasta la fachada y subí por las escaleritas del lugar, la puerta de entrada estaba abierta. Recuerdo en ese momento de desazón haberme preguntado, en realidad afirmado, que esta histeria excesiva, pandemia de idiotez y de ego, porque el que no quiera enterarse de que en algún momento se va a morir es un idiota, un ególatra, un pelotudo, recuerdo haberme torturado con tenor de certeza que esta ola de cobardía supina posiblemente durara hasta las fiestas. O peor, hasta siempre. 

La médica de la ambulancia caminaba de un lado al otro con un celular en la mano, sin barbijo porque hablaba por teléfono. ¿Será que tendrían con qué sujetarla para que no se rompiera la crisma si quedaba en el hospital? ¿Cuánto tiempo podía durar yo viva asistiéndola las 24 horas del día? Considerando que en general a mi Mare se le dice A y hace B. Y de B resulta que se cae, se quiebra... También de B puede resultar que pida otra cocacola en el bar, cuando aquella vida en la que nos dejaban salir, la pide aunque le advertiste que no te quedaba plata y entonces tenés que ir hasta algún cajero que encuentres en algún lado remoto y que tenga plata etc; o bien puede resultar de B que le pedís antes de salir de casa (vida AC) al trabajo que no encienda la cocina mientras está sola y cuando volvés está encendida y de suerte no quedó el gas saliendo ni se incendió la casa. Etc. ¿Usted es la hija?, preguntó la médica apartando el teléfono un momento. La miré. Cara de que hacía su trabajo, sin deseo, por encima, sin pasión, sin amor, como la mayoría de la gente hoy día. Lo virtuoso es tan sublime como raro. Recordé la frase de Benjamín. Suspiré. Por suerte existe la cerveza, Benjamín, por suerte y gracias a dios que la creó porque quiere que seamos felices. (Capítulo siguiente)

To be continuí... 

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