domingo, 16 de mayo de 2021

Capítulo 549 "Los verdes campos del Tornú"

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Era el mediodía, ya hacían tres horas que estábamos ahí. Y cuando las papas queman las soluciones afloran, uno las hace aflorar, lo que parece imposible, lo hacemos, en honor a la frase, como no sabía que era imposible lo hizo. Por eso hay que alcanzar el punto de Kafka, en donde no hay retorno, porque si hay retorno uno en general se vuelve a la zona conocida, a donde se siente seguro, si no hay retorno no queda otra que avanzar, mirar adelante, alguna puerta siempre hay y recién entonces la vemos. La abrimos. La cruzamos. Yo acá había sido enviada de una patada en el culo al punto sin retorno, y pensaba que sí era imposible, pero no, afloró la chata, que cuando estuvo quebrada de brazo en el 2016 y se mareaba se la ponía y hacía sin levantarse de la cama. Salí presurosa y sintiéndome un poco más superviviente, más fuerte, más independiente, porque se me había ocurrido flor de solución para el entuerto de marras. Caminé hasta el bañito que estaba a pocos metros de nuestro gabinete y ahí, que ya las había visto en una de mis incursiones, las chatas de plástico esperando a por mi. Sentí el alma henchida, aproveché que nadie veía y me quité el mierda barbijo, respire un poco; o el baño estaba limpio o tenía la covi, una de tres, porque no olía nada de nada. Joé.

Agarré una, la que me pareció más acorde a su anatomía y la enjuagué en el pequeño lavatorio, como pude, era bastante chiquito pero peor era nada. Crucé rauda y veloz hasta el gabinete y le informé de la empresa venidera, teníamos que juntar el pis para el análisis y ella iba a tener que cooperar. Sin problema bajamos los pantalones y le saqué el pañal, por suerte no lo había usado todavía, otro de mis temores era que no tenía repuesto y si se inundaba qué hacía. Presente, Marina, el presente, no es momento de pensar en catástrofes futuras que quizá no pasen, que por ahora ya tenes el cupo lleno. Levantó el culo muy atléticamente, a pesar de estar encerrada hacía meses la tipa no había perdido su estado, me dio alegría, me derribó un montó de mitos e imaginaciones: que el encierro la dejaría sin memoria alguna, que la iba a dejar lisiada, etc. Pues no, por ahora nada de eso había pasado salvo que estaba sí un poco más desconectada, por momentos. Puse primero la chata, bien atrás para no mojar nada que quien sabe cuánto íbamos a tener que estar en esa camilla magra. Luego destapé el tarrito y lo dejé cerca, presta a ponerlo debajo en cuanto saliera el chorrito. Salió. Junté sin problemas hasta que me pareció suficiente y con una enorme felicidad le puse la tapita y lo dejé a un lado. 

Trencito Almodovardelrieño
Ella terminó el mandado, llevé la chata al baño, la enjuagué nuevamente y la dejé en su lugar. Mientras hacía esto me di cuenta de que casi no usaba el barbijo, no me daba cuenta, y nadie me decía mucho, cuando me decían me lo colocaba tras pedir disculpas; no era de renegada, era de agotada. Mientras hacía esto recordé mis recientes y aventureras épocas, en las que para conseguir acción para el relato, para detonar los sucederes me cruzaba el Atlántico, le tocaba el timbre al periodista de los silencios, me tomaba el tren a las siete de la mañana para llegarme hasta un pueblito recóndito en el medio de los verdes campos andaluces… No supe si reír o llorar, por un lado ahora me iba a salir más barato, por un lado ya no necesitaba hacer tanta parafernalia para conseguir acción (gracias pandemia), pero por el otro… Me sentí vieja, aburguesada y miserable. Me acordé de Rocío, de su piso, de Begonia, de la noche en Ubrique con él que nunca llegué a relatar. La miré. Claramente iba a tener que hacerme relato de otra manera porque había ahora otra prioridad, una atadura que nunca antes había tenido. Lo mismo habrá sentido ella cuando nací, se lo iba a preguntar pero como casi que intuía la respuesta callé. Le pedí que tratara de no sacarse el suero, la ayudé a vestir y la tapé con su gabán, hacía un poco de frío, agarré la orina con la orden y enfilé de nuevo para el laboratorio, atravesando los verdes campos del Tornú. CAPÍTULO SIGUIENTE

Continuará...



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