sábado, 7 de agosto de 2021

CAPÍTULO 551 "La procura del salame"

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Vos tenes que  procurar que los otros, que son el infierno, según Sartre, vos tenes que procurar que los otros crean que sos medio salame, algo tarado, tenes que procurar que crean que te va mal en la vida, que nada te sale, que siempre la erras, o al menos que la erras la mayoría de la veces, que aunque te lo propones no logras llegar a la meta, aunque esto último… Esto último da un poco que pensar porque las redes abundan de fotos de Fulano con el premio en la mano, o de Fulano con la revista en la mano en la que ha sido galardonado, o de Fulano logrando cierto objetivo que se había propuesto, un título, un trabajo, una cena con velitas, un corte de pelo, estrambótico o no, y esos posteos exitosos cosechan muchos megusta y felicitaciones, felicitaciones con florcitas y corazoncitos incluidos, no cualquier cosa. Lo que no sabemos es si son sinceras sendas manifestaciones. Dada mi experiencia con humanos podríamos arriesgar que no, que en su mayoría son felicitaciones de cocodrilo, felicitaciones que preceden al siguiente pensamiento, cuasi literal: este mediocre de mierda se ganó el premio, esta alfeñica de porquería tuvo un chico y tiene un marido y yo, que soy tan afable, que voy a hacerme el tratamiento de la papada semanalmente y tengo mi propio departamento... ¡Estoy sola y angustiada!

En definitiva, como ya lo vaticinó Roberto Arlt, el antihéroe seduce, genera empatía, gana amigos, no amigos de verdad, amigos condescendientes, amigos que en el fondo le tendrán al fracasado un poco de lástima, pero sea como fuere lo querrán. al fin y al cabo, porque está por debajo, porque nunca la pega o porque pobre… todo siempre le cuesta tanto... Y acá cabe aclarar que, es sabido, si las cosas cuestan es porque se es buena persona, así lo ha sentenciado el saber frondoso popular en estos tiempos en los que las víctimas son subidas al pedestal por el solo hecho de ser víctimas. Ahora, ¿la victimitud es algo que se gana con esfuerzo? ¿Por merito propio? Yenesepá. ¿Y a los que no la padecen...? Hay que tratarlos como el culo, con resentimiento, porque, justamente, no la padecen. A la vida no la padecen. ¡Entonces que se las arreglen solos, soberbios reventados! Soberbios que, sobra la aclaración, no le hacen mal a nadie salvo a los que sí, salvo a los que pretenden ser sus salvadores, a los que viven de demostrarle al mundo que ayudan víctimas y por eso son dignos y morales. ¿O no ves que estoy publicando una foto de Ludmila que necesita plata para la operación a corazón abierto? YO SOY EL BIEN. (Que lo parió…). 

La cuestión es que si la vas de perdedor no les vas a oler a presumido, a nariz parada, a soberbia, son los únicos aromas que perciben esos seres, los resentidos. Te tendrán rencor porque más o menos te las arreglas y entonces no los necesitas, y porque no supieron hacer de su vida algo que les guste, algo que les valga la pena, o no pudieron. Sea como fuere y para redondear, si no mencionas tus logros es menos probable que te tengan bronca por debajo de la alfombra.

El doctor que chismeaba muy entusiasmado el discursete sobre los antihéroes se dio por aludido y me miró, se ve que se sintió observado, o escuchado. Hay miradas que matan y otras, como la mía, que levantan la perdiz. Bajé automáticamente la cabeza porque estaba la mar de interesante lo que decía pero no retomó la conversación. Quedaron un momento en silencio, luego la médica con la que compartía la mesita se levantó con su teléfono en la mano y salió del pequeño barcito. El médico volvió a mirarme, algo avergonzado y perseguido. Miró la hora. También agarró su teléfono y se sumergió en él. Pedí un triple de jamón y queso al final, y una coca, y galletitas para ella y un té. Eran las 13:20 de la tarde. Todavía ignoraba lo que me deparaba el depravado destino. Capítulo siguiente

Continuará...



2 comentarios:

  1. Desperté en esta mañana lluviosa y leí “La procura del salame” quedé atrapado por tu estilo, inteligente e irónico, profundo con palabras sencillas, directo y sutil a la vez.
    Me encantó ver juntos a Sartre y al salame, y tu transcripción fonética aporteñada del francés.
    Me dieron ganas de seguir leyendo.
    Soy un nuevo navegante, Marina. Quiero ver a dónde nos llevan tus velas.

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