sábado, 9 de octubre de 2021

CAPÍTULO 553 "Piecitas y solas"

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Con el sabor a sánguche de salame en la boca pensé en la incertidumbre. En cuán poca tolerancia tenemos para soportarla. Necesitamos saber qué sucederá YA MISMO aunque el sucederá sea el año que viene, o en una década, o ya de viejos. O nunca. Eso. En general el sucederá nunca acontece sino las consecuencias del miedo a ello, a que suceda. Acabamos muriendo de consecuencia, no de sucederá. Porca miseria. Es el factor que ha hecho estragos en este año de pandemia, aunque sea imposible de probar, o muy difícil, es el factor que ha hecho la pandemia. Pude verlo de primera mano en el hogar, las asistentes enloqueciendo de miedo, cometiendo errores por el agotamiento, las abuelas no entendiendo qué pasaba, porqué no podían ver más a sus seres queridos, porqué las encerraban en piecitas solas o, a veces, acompañadas. Porqué no tenían más talleres y todos andaban vestidos de astronauta. ¿Aún le quedan dudas de que los miles de ancianos han muerto de protocolo y no de coronavirus? ¡Protocolo, señora! De las normas que obligaron a todos a vivir de una manera inhumana por un virus que ni para los viejo fue amenaza (pude verlo con mis ojos propios, apenas alguna línea de fiebre, algo de tos, Y SIN VACUNA).

Pude verlo también cuando la tele anunciaba el desabastecimiento. La gente yendo desesperada a desabastecer al que venía detrás, porque llevaban en lugar de una polenta diez, en lugar de dos fideos cuarenta. Ellos hacían realidad los deseos de la tele, que vive de cultivar el miedo. El círculo vicioso que pocos ven. Pude verlo en las guardias colapsadas, personas aterradas de tener el virus mortal porque les dolía la panza, o le faltaba el aire, o la cabeza se les partía, síntomas todos de stress, porque no sabían qué iba a pasar, si se iban a morir, de qué iban a vivir, cómo iban a pagar sus cuentas, cómo iban a mantener la empresa y a sus empleados si no los dejaban trabajar. Las guardias colapsadas después de que la tele se encargara de decir que no iba a haber camas para todos. La gente sin aire después de que la tele vaticinara que no iba a haber oxígeno para todos. Círculos viciosos que pocos ven. El stress, cuando los cambios externos son tan violentos como los que vivimos durante el 2020, cuando se extienden a tan largo plazo, mata. El stress aniquila las defensas. Hay libros y más libros sobre ese tema. 

La vieja terminó la comida y cerró los ojos. No me sentía bien, de nuevo, por lo que fui a tirarme al gabinete lindero cuya cama estaba vacía. Por momentos sentía el pánico invadiéndome, el enfermo deseo de desaparecer del lugar sin decir más, que les garuara finito. Si me desmayo qué hacen estos idiotas, pensé. O si me descompongo acá mismo, si me caigo redonda y me tienen que asistir a mí, ¿quién vigila que ella no se quite el suero, que no se caiga de la cama, que no intente bajarse para ir al baño y termine en el piso? Claro. Por eso enfermamos. La enfermedad es lo único que podía justificar que yo no asistiera a mi madre. La enfermedad, la insania mental, las adicciones. Cóctel de justificaciones, antídotos inconscientes varios contra la responsabilidad, que nuestra cultura cultiva apañando al que enferma, y cada vez peor.

Recuperé la sangre en la sesera y volví, pronta, a ver cómo andaba la cosa. Dormitaba, tranquila. Y no hay bien que por mal no venga. Descubrí en ese momento que responsabilizarse de lo que toca hace bien. La frase de almanaque se hacía carne, sucedía en la vida real. La experimentaba en el cuerpo. Me senté a su lado a cuidarla, a hacerme responsable de lo que me correspondía. Me sentí mejor que en el otro lugar, escapando, tratando de evitar lo inevitable, tratando de cerrar los ojos a lo que la vida me ponía delante en ese momento. No se puede. O no podía. Yo. Porque aún descolgando el teléfono sabemos que si algo tiene que pasar, pasará, y eso no nos deja dormir lo mismo. Estando a su lado caerse no podía y esto me tranquilizaba. ¿Será la causa por la cual tenemos en general vidas de mierda? ¿Porque andamos escapando de lo que nos toca? Pretendemos vidas sin cambios, vidas mansas, apacibles, y la vida es todo menos eso. Miré la hora. Ya era posible que estuvieran los resultados del laboratorio, la sangre y la orina. Fijé la baranda de su cama lo mejor que se pudo y enfilé esta vez no en busca de Jesús Quintero sino en busca de lo otro: el fin de la incertidumbre, creyendo, ilusa de mí, que esto significaba irnos del hospital

(Capítulo siguiente)

Continuará...









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