domingo, 12 de diciembre de 2021

CAPÍTULO 554 "EL PAPA A LA VERDAD"

 CAPITULO ANTERIOR

En el laboratorio al fin me dieron el análisis de la orina, el resultado. Volando caminé para la guardia porque ya estaba más que podrida y me quería ir a mi casa. Lo peor que una puede hacer en situaciones como estas, caer presa de la ansiedad, querer que las cosas sean como se quiere pero se sabe casi seguro que serán todo lo contrario. Exigir a la burocracia estatal que haga las cosas con coherencia es harina en saco roto, y exigir lo mismo a muchos médicos y enfermeras es algo parecido. 

Toqué el timbre y me abrieron rápido. Le di al idiota del mostrador el análisis para que ¿se lo diera al médico? ¿Y el resultado de la tomografía?, pregunté. ¿Ya lo tienen? Tardó unos segundos en reaccionar, como si el sonido viajara por un mar de fango, por arenas pantanosas. Luego, molesto, sin mirarme, me mostró una carpeta. Acá esta todo lo de su mamá, en cuanto los médicos pasen lo van a ver. ¿Y a dónde están ahora?, pregunté, ilusa,  creyendo que con esa pregunta empujaba un poco los acontecimientos, apresuraba el regreso de los doctores dioses. Están haciendo la ronda, respondió el muchacho, sin saberse parte del engranaje del aparato idiota, del aparato odioso y deplorable llamado, como antes dije, burocracia, para el cual sólo son útiles los personajes como él, que no piensan, que no ponen nada de sí, sólo siguen órdenes y la ley del mínimo esfuerzo, como en la banalidad del mal.

Volví al gabinete en donde estaba la ahora protagonista de la saga, la Vieja. En realidad protagonista era ya hacía varios años pero de un tiempo a esta parte se había vuelto la protagonista principal sin pelos en la lengua. Estaba reposando, tranquila, el barbijo por debajo de la nariz. Ya tanto usar la porquería esa se le estaba aplastando el extremo de la misma, su cara tomaba otra forma, la forma pandémica. Las caras toman otra dimensión con la porquería puesta, y las orejas, las narices van mutando sus contornos, un horror, y qué locura, a cinco meses de haber empezado el cataclismo sin retorno por momentos no lo podía creer, personas que caminaban con eso en la cara ya como algo normal y necesario, ignorando que si el virus mentado fuera o fuese realmente algo letal y peligroso esa porquería no les serviría posiblemente para mucho. Pero nadie se informa, nadie lee, nadie sabe acerca de las fuentes fiables de las que informarse. Al igual que los médicos del hospital, la gente le cree al médico de la tele porque desconocen las bambalinas, desconocen que ese médico trabaja para alguien que le exige que hable de tal o cual cosa y, por supuesto, que meta miedo, alarma, escándalo, porque si no lo hace baja el rating y al carajo el médico, el programa y el productor del programa, la Pampa, la China, el ombú. ¡Qué fácil había sido cambiarnos el paradigma, la manera de vivir! 

La mentira no puede satisfacer nuestros deseos, creo que le leí alguna vez a René Girard. JA, diríale si viviera al muy estúpido pero el guacho se murió hace tiempo. La mentira nos llevó a desear el encierro, a detestar al que no acata las órdenes incoherentes de los gobiernos, de los ignorantes de la OMS. La mentira está todo el tiempo delante de mis ojos pero los demás parecen no verla, salvo unos pocos, salvo algunos médicos particulares, pero eso queda para el próximo apartado, que espero no sea tan apartado como este, el más apartado desde que empecé con este blog, casi dos meses o más entre la última capítula y esta, y es que los tiempo pandémicos me retrajeron la pluma. (Pausa larga). De la mentira se vive, Girard. Los católicos prefieren el Papa a la verdad. ¿Y la gente? ¿Qué prefiere la gente? Es más simplona ella, necesita solamente que le vendan algo que más o menos les cierre, sentirse seguros. Y ya. (CAPÍTULO SIGUIENTE)

Continuará...

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