La felicidad (Taller Aída
Bortnik 2012)
Gualterio secó sus lágrimas
y se levantó los arrugados pantalones. Caminó sigiloso hasta la puerta de su
habitación y la cerró, con el orgullo hecho pedazos y las nalgas coloradas ¡Flor
de paliza! Sí que tenía mano pesada el tano. Y no era justo, nada era justo en
esta vida, pero ya iba a crecer él para poner las cosas en su lugar ¡Todo por
veinte míseros centavos! ¡Veinte miserables centavos! ¡Que vida esta! Abrió el
cajoncito de la mesa de luz, las dos monedas brillaban como perlas. Se las
guardó en el bolsillo sin sentir culpa, ya bien había pagado por ellas. En eso
sintió un golpecito contra el cristal de la ventana. Era el Changa, su amigo
del alma, su hermano postizo y mayor que lo llevaría hoy, según dijo, a conocer
la felicidad - ¿Será así como dice? ¿Será esa la felicidad?
Llegaron a La Boca cerca
del mediodía. Gualterio pocas
veces iba al centro y menos aún sin su papá. Claro que le gustaba más caminar
junto al Changa, él era solo tres años mayor pero el tipo tenía calle y además
era pintón, cuando andaba con él las chicas los veían pasar. Gualterio
intentaba caminar inflando los hombros para verse más “hombre” pero tantas cosas
para mirar le ofrecía el paseo que rápidamente se distraía y lo olvidaba. – Es
ahí – Señaló el Changa lo que parecía ser como un rancho de color amarillo
pálido. Entraron. El aire estaba viciado por el humo de cigarrillos baratos.
Lánguidas lamparillas de colores se esforzaban por disimular el ambiente
pringoso pero fracasaban en su intento. Un macró bebía algo en la barra y algún
otro rufián invitaba a una pupila con un trago, fumaban y reían.
- ¿Quéres un refresco? –
Preguntó el Changa.
– No, gracias - respondió tímido
Gualterio.
– Bueno, esperame acá –
Su amigo se acercó con paso
guapo a la regenta y cruzó algunas palabras con ella - Una vieja - pensó Gualterio
- Espero que no sea esa, por dios que me muero acá muerto y no me levantan ni
con cucharita - La mujer miró de lejos a Gualterio con una sonrisa.
- Seguí a la señora, Teri, ella
te va a llevar –
A Gualterio el pecho se le
cerró por un momento, siguió a la regenta a través de un patio en el que había
solo un banco pintado de ocre y un limonero. Por una puertecita salió a su
encuentro la pupila - ¿Vamos, querido?
Soportando la mirada de la
muchacha comenzó a desabotonarse la camisa.
– ¿Quién te trajo, tu papá?-
– No… un amigo - Gualterio
estaba por sacar la plata.
– Ahora me das ¿Cuántos
años tenes? -
– Trece -
–Ah, un purretín… - dijo ella tiernamente.
Gualterio se volvió con el
torso desnudo.
– Vení, no tengas miedo,
sentate acá, no te apures – Ella se recostó sobre las mantas sucias. Se hizo un
silencio largo. La mujer era horrorosamente flaca, estaba vestida con un viejo
sostén dorado y la bombacha haciendo juego. Olía a rancio. Gualterio sudaba, lo
que menos sentía en ese momento era felicidad.
– ¿Queres tocarme? –
El chico asintió con un
gesto dudoso. No podía mirarla.
– ¿Tenes miedo? ¿Qué pasa,
qué pensás? Contame –
– Nada, no sé – Dijo el muchachito con la vista fija en el piso de
madera.
- Mirame, querido, no
tengas miedo… Mirame ¿Por qué no me mirás?... Nene, nene… ¡Mirame! –
La mujer le tomo la mano y
la apoyó en uno de sus senos. Gualterio no la miraba, estaba paralizado.
- ¡Mirame, nene, te digo
que me mires! –
Gualterio la miró, los ojos
de la mujer echaban fuego.
- ¿Qué pensas? ¿Crees que
soy una pobre meretriz, una indecente, que llevo una vida sin objeto? ¿Pensas
eso, no? ¿Por eso no me mirás? Decilo –
Gualterio la miró con los
ojitos grandes y perplejos.
– Yo estudio, sabes,
estudio filosofía en la facultad y hago esto para pagarme los gastos porque
nadie se hizo cargo de mi ¿Entendes, pibe? ¡No me mires así! ¡No me mires así!
¡No tengo papá y mamá como vos, me trajeron al mundo y me dejaron tirada! ¡Eso
hacen, fornican porque no se pueden controlar y menos aún hacerse cargo de las
consecuencias! Por eso nos imponemos reglas los seres humanos, porque no
sabemos controlar los impulsos sexuales. La sensibilidad del sistema sexual supera
la voluntad de las personas y muchas veces provoca reacciones descontroladas,
obsesiones terribles: Sansón y Dalila, las luchas por Elena de Troya, Camila y
Ladislao – La mujer caminaba locamente revoleando sus brazos por el cuarto, continuó: - Pero el impulso
sexual también está ligado al instinto, a la conservación de la especie, al
funcionamiento armonioso del universo ¿Se puede reglamentar el instinto? ¿Puede
el impulso sexual ser cercenado por la necesidad cultural? Jajaja… yo no lo
creo… por algo anda tan bien este negocio - Gualterio la miraba ahora desde un
rincón, tenía la camisita en la mano –
Que va´cer, así es la cosa, pibe… no te asustes, me encanta filosofar… ¿Viste
todo lo que puede pensar una puta?… Pero, de la filosofía no se vive ¿Cuánta
plata tenés, a ver, mostrame? - Gualterio metió su manito en el bolsillo sin
salir del estupor, le mostró las dos monedas. La mujer lo miró con el ceño
fruncido y los ojos graves. Gualterio fue arrojado literalmente al patiecito a
medio vestir y la puerta cerrada de un portazo. Es que el Changa le había dicho – Un veinte –
pero nunca imaginó que eran veinte pesos. Una fortuna para aguantar a una loca
chillando, que desgracia.
Ya en una esquina del
barrio se despidió del Changa que con una palmada en la espalda lo felicitó. Gualterio
sonreía pero su mirada lloraba. Por suerte el Changa no se dio cuenta. Caminó
unas cuadras pensando en lo que esa perdularia le había dicho; pensó si en su mirada no habría
algo malo porque su papá también, con solo mirarlo a los ojos ya sabía que se
había mandado una macana. Así, casi sin darse cuenta llegó al salón de novedades,
feria de fenómenos al que lo llevaban cuando era más chico y todavía vivía su
mamá. Él simulaba divertirse para no defraudarlos pero la verdad era que los
enanos no le gustaban nada y las mujeres con barba le daban un poco de
impresión. Se detuvo frente a la maquinita, eso sí que le gustaba, metió las
dos monedas en la ranura y se dejó llevar extasiado por aquellos mundos
proyectados. Esa era para él la felicidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario